martes, 31 de octubre de 2017

Piedras preciosistas


La malicia es una espada sin mango. Manipula con esmero a dos lamentos zanjados.

s.t.


Si la memoria fuera alcanzable sólo para unos cuantos y la mayoría sólo pudiéramos vivir el instante presente ¿qué sentido tendría discutir el pasado o temerle al futuro? El mercado de recuerdos solo funciona cuando quienes los poseen entran en competencia por acumularlos. De aprender a aprehendernos viajamos por una veta que une tiempos que no existen y los sutura en el ahora. La brújula de la identidad sentencia el recorrido. Lo que el instinto bastaba para sobrevivir ahora se contamina de apellido. Las palabras escogidas visten el significado de las guerras. La salud por la salud misma se hace banal y hoy sólo importan quienes la poseen habiendo sido enfermos; los que salieron de la sombra del ayer y con aplomo dominan el miedo al que les sabe intuir el mañana.

viernes, 27 de octubre de 2017

micro épocas


Sin llegar a ser una gota eres parte de un río helado. No siempre tienes las mejores ideas pero te proteges catalogándolas como bien intencionadas. No pretendes. No armonizas. Te desprendes. Tocas la tierra solo una vez, la última. Volteas sin cuello. Ves el río seguir. Y te permites morir porque ya no se trata de ti. Nunca fue así, solo disfrutaste el poder creer que así fuera.

martes, 24 de octubre de 2017

Nadie se atreve a decirnos huérfanos y no sabemos decirles herederos (de ti que estás acá)


El día que ya no estés aquí, entonces comenzará el extrañamiento -hacia ti y hacia mí de aquí-.
[Todavía estamos muy lejos de empezar a despedirnos.]

gmh


La espalda de la espalda es la cadera cerebral.
Contonea las falanges de la médula sexual.
Se recubre de osamenta y de pulpa que llovizna
de atómicas tormentas que no caduca, se fermenta
en el ritmo de pieles que palpitan al contacto
de serecillos que buscan el sentido fisiológico
de su vago merodear. Luego chocan en signos
que los nuevos de los nuevos, procuran alabar.

buhonería


No sé cuando entendí que lo que era mi vida era también la supervivencia de los míos en el marco de una guerra entre naciones. Llevábamos meses escuchando las explosiones y viendo sombras empolvadas salir de aquellos barrios, siempre con algún fluido encima, la mayoría de las veces sangre o lágrimas. Las paredes se deshacían sobre ellos y entonces respondían con líquidos. Sangraban, lloraban, moqueaban y sudaban hasta el punto donde dejaban de ser un arenal erguido. Igual eso no era suficiente para que uno se asumiera en una guerra. Hoy en día de lo que más me frena es no saber qué fue lo que me hizo decir por primera vez 'estoy en guerra'. A partir de ahí, empece a salir menos, a comer más, a hablar poco y a mirar por incontables horas el reloj de la cocina. Dormía la mayor cantidad de horas posibles. Me aterraba la idea de morir despierto, de enterarme de que el combate había llegado hasta mi habitación. Salía poco y le daba la espalda a la pared a la hora de la cena, a diferencia del resto de mis hermanos y primos. Decían mis padres que estaba deprimido. No es verdad. Todo era un inútil pero incansable esfuerzo por querer salir de aquella guerra siendo yo, el de siempre. Quise mantenerme intacto cuando desde hace mucho había sido manoseado por la vulgar lucha que venía teledirigida desde cuarteles en ciudades que a la fecha, nunca he conocido.
Mi mayor problema fue cuando colmé las horas de sueño que un cuerpo puede llevar a cabo. Después de semanas de dormir dieciocho horas en promedio llegó el insomnio. Me quedé solo noche tras noche -escuchando, imaginando, dejando de ser niño-.

Pierrot, El Payaso


Lloraba un almidón muy particular, digno de ser industrializado. Lo hacía siempre que los absolutos sentenciaban su destino:
- La última vez que miraba a otro como él.
- Cuando uno de sus apéndices se alejaba para siempre en el cauce del río.
- A partir de ritos de iniciación que no permitían volver a jugar a ser inocente.
Nada sonaba en aquellos momentos. La sordera sólo se fracturaba con la llegada de un taladro hostil o al pasar por una tienda anunciándose a todo volumen con bocinas de mal gusto. Luego, poco a poco, la realidad lo secuestraba. Es ahí cuando más polvo acumulaba. Sus hendiduras se iban empanizando hasta que convertirse en puntos de asfixia. De ahí las sempiternas ganas de no pertenecer -ni a los muertos, ni a los vivos-. La fachada no tardaba en ceder a aquellas lágrimas de polisacáridos con las cuales nunca nadie había tejido una obra maestra. Un ejemplo de material merecedor de su propia musa. Todos pasaban de largo a aquellas excreciones sin pensarlo dos veces; todos-siempre-así, hasta el día de hoy.

yeso


El zangoloteo clamaba misericordia, odiaba el exceso de oxígeno y me veía con ojos neutros, poderosos, inexpresivos y listos para morir. Lo que nunca supe es qué era lo que veía eso.

martes, 10 de octubre de 2017

lo͞okwôrm


Is a portion of the truth, a lie?