domingo, 15 de noviembre de 2009

Afanados de nosotros mismos



Dos guerras libradas en la cabeza de un niño inocente ocasionadas por la misma bala.
Dos perros que en la nuca del otro buscan el consuelo que sólo ellos, por haber vivido lo mismo, se pueden ofrecer.
Dos manos que censuran a la misma boca que las ordena con gritos mudos.
Dos notas que se repiten hasta repoducir un sentimiento.
Dos palabras que significan lo mismo, aunque el lenguaje, la grafía y la intención las hagan odiarse.
Dos gotas de agua, que corren cuesta abajo por mejillas que se oponen hasta confluir en una colisión de cuellos.
Dos segundos es lo que dura en cruce de miradas en el Magreb, donde amparados por pesadas telas, los ojos se declaran afecto eterno.

Dos es fácil de entender y discernir. Basta contar con una unidad que no disfrute de su soledad y que encuentre a otra en un estado similar para tener el par. El requisito mínimo para ser plural siempre es evidente, sin importar la distancia o la velocidad.

2 es unión.
2 lleva fuerza.
2 ofrece conspiración.
2 incluye placer.
2 requiere confianza.
2 se sostiene a sí mismo.
2 es mucho más que 1.

Si dos es tan poderoso y tan sencillo
El dos es tan poderoso porque es sencillo y vice versa. Aún así estamos al tanto de cifas exorbitantes a las cuales nuestra razón no tiene acceso de comprender en la totalidad. Cuando se comparan las cantidades siempre hay una mayor, lo mismo que ocurre con el 2 y el 1 sucede a las grandes alturas...

Así que ven y explícame que hago si te conozco de más de mil maneras y en todas encuentro lo sencillo que es sentirme atraído a tu centro. Ahí donde naciste una pero yo sólo conozco de a dos.

Si el poder se encumbra en lo que es directo y claro para la mente, qué hacer cuando las cantidades rebasan lo digerible y ocasionan trastornos mentales. Donde uno jamás termina de entender el porqué de nuestro sometimiento al dos pero al mismo tiempo domina lo correcto de la ecuasión.

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