jueves, 28 de junio de 2012

OIXMCE

Las calles de renglones en el país de la amnesia.
Es gente de letras que vaga sin sentido, confundido -la voz de siempre ya no se invoca-.
El orden, vapor de las alcantarillas, ya no hace palabras.
A.F.BL.O.P.R.T.DK.W.SLDP.DLV.RH.FJFM.FLO.
Ahí estan. Temiendo la cuchara.
Ignorando sus pies y los de otros, porque viven vigilando la luz roja.
Al viento, ligero y esperanzado, ahora le cobran por entrar al valle.
Ladrones de acentos que cercenan su propia esperanza mientras exprimen monedas.
La culpa fue de muchos, luego del monstruo, luego de los traidores y hoy la culpa está libre. Porque no hay juicios personales, son unos ante el ojo lector y otros en el eclipse entre páginas. Ahí: donde se ayudan los amigos y los primos, ahí donde se condenan las sombras mulatas.
¿Quien escribe el futuro?
¿Quien redacta la historia? La verdadera. La manchada.
Analfabetas, iletrados y herejes de lo que no tiene palabras, de lo que no se dice en libros, de lo que sentimos todos, que nos ata al mismo destino.
Se colman de miedo los huecos engendrados con destellos de plata.
Se suplica a las cruces de madera por los insultos de hojalata.
Se hace como si nada malo fuera, no hacer nada malo y dejar al bien fuera.
Se nos olvida que las vallas y las tarifas acaban con la suerte, la poesía encarnada.
Aquí en este lado de la montaña, es el único punto de este mundo, donde la gente aprende a hablar sin haber sido escucha.
Cada día que pasa no es un día menos.
Es un día más.
Y por todos los que no lo ven, se quedan ciegos más y más inocentes.
En estos renglones, se canta de prestado y se vive a oscuras.

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