lunes, 1 de diciembre de 2008

Rozar con el Corazón



Ordeno mis cajones. Limpio la sala. Etiqueto mis ideas. Pero el desociego sigue ahí. Hay cierta impotencia ante el hecho de que no importa lo que haga, al final basta una melodía para recordarme que la conexión con otros es efímera e irrepetible.
Ya dejé mi pasado. Ya no llamo a mis amistades caducas, pero igual la gente que ahora me rodea no termina de entenderme. Como si todas las acciones que lleves a cabo al final no son capaces de borrar el sello en el ceño que te identifica y te revela ante el resto; aún así el día que derramas tinta con dolor y precavida nostalgia los demás no logran interpretar la marca de tinta que te define.
Libros. Películas. Obras de arte. Viajes. Paseos. Abusos. Renuncias. Ciclos y personas. ¿Todavía no te das cuenta que la respuesta a la vida no es otra más que la vida misma? Son días y días donde no sabes ni quien es el maestro, pero para cuando sabes cómo se hace ya no hay como volver y llevarlo a cabo. La vida no se entiende si no es desde la cripta.
La miseria lo único que hace es un curso intensivo sobre la delgada vena roja que hay detrás de este enjambre de vivencias y emociones. La miseria no se va en los cajones. La miseria no la cantan ni Bob Dylan, ni Daft Punk. La miseria se vive a pleno cada segundo para valorar lo que nunca fue nuestro y para saber que lo que ya tenemos hay que perderlo por el bien nuestro y del resto.

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Sólo quiero que seas feliz todos los días, hasta que yo pueda hacer ver eso como trivialidad. Paradojas del Amor que no vengo a resolver; únicamente a vivir contigo.

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