martes, 22 de marzo de 2011

1día+


Caminaba por el parque, con un destino fijo. Y con la mira fija en la puerta, uno se pierde de lo que pasa alrededor. Un niño empuja la carreola de su hermano menor, un minúsculo cadáver se reintegraba en la tierra, risas lejanas que sobresalen por encima del martilleo industrial tan lejano.
La luz me hizo recapacitar. Me subí al pasamanos que siempre veía y que nunca había tocado. Me senté en el para apreciar la perspectiva de un testigo mudo que siempre veía mi rutina pasar delante de sí. Los audífonos enfatizaban emociones que traigo conmigo y muchas veces se quedan en el morral.
Al final de la canción, al mismo tiempo que el sol se asomaba un poco más y con el ritmo exacto de las tiernas notas salté de nuevo al piso y volví a emprender mi camino.

Pequeños poemas que nos regalamos a nosotros mismos cuando recordamos que la vida es una delicada caída en horizontal.

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