martes, 14 de julio de 2015

óuverdúet


Va corriendo un monito de líneas rotas. No tiene volumen. No tiene reservas, ni ganas ajenas. Es un garabato que huye del nudo que recién lo emancipó. Es un mundo plano, sin sombras, sin horas. Uno quiere que tenga sueños, que afronte sus culpas, que se emocione con los logros de un dibujo enmarcado. Más los pies de filosas rectas en la hoja blanca no resuenan, no hay compañía en el recorrer o el regresar.
Él gira la cabeza. Adelgaza su presencia aún más. Al borde de la desaparición, vuelve a su bidimensional persecución de poco y nada. Lo que más quería él y nadie más, ahora es lo que más le pesa. Lo que más extraña es no tener que lastimarla. Lo que menos le falta es un mundo, perdido en su chata crisis, el riesgo de un universo más grande es poco alentador. Pero a ése monito, dibujado por tu mano errante de miércoles por la tarde, no le falta, ni le sobra. Es llano. Eres tú, amparada en una inolvidable sonrisa de arena la que quiere salvar sus líneas rotas; que el haz amarillo, que recién cruzó el universo hasta tu escritorio y se cargó de recuerdos marchitos, le permita el significado que aquí afuera no existe, nadie regala.

De la exageración se deriva la reproducción, del aferre se cae a una generosa cascada de liberación. Y todos los recuerdos que no estrenas, se columpian a vidas vecinas jamás retratadas.

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