martes, 8 de noviembre de 2016

Terror del vacío


Silencio, aún lo puedes oír. Vive dos pisos abajo de ti. Escucha un disco de opera ligeramente rayado todas las noches. Tiene una tendencia al espiral, como todo ducto a la locura. Sin embargo está más cuerdo que nada. Es tú cuerda. Es un mecate de agua que engrana tu existencia. Ahora llueve. La hojarasca de años de auto-ignorarse amenaza con taponear las salidas. Sobrevivirás. Tu sí. El vive dos pisos abajo, no sé.
Lunas apiladas, una sobre otra, sostienen los techos que al mismo tiempo protegen a pelados y felpudos; también sentencian el punto de asfixia estratificada. Así va ahora. Todos en la fila al desfiladero pero con tráfico en la fila. Los que logran empujar a otros antes que sí, se vuelven migrantes y los repudian todo aquel que se sienta amenazado de ser acercado a la cuarta edad.
Morirás. Tu sí. Lo ilógico ahora es que no lo hayas hecho ya. Lo charro es que lo reniegues por vivir abajo. Lo dejaste latir hasta la inexistencia. Ojalá antes de que el granizo lo condene llegues a oír a esa soprano que eras cuando, de menor tamaño, eras tamaño corazón y jugabas en el atrio de cantera que sin color alguno cada mañana postulaba momentos entre el azul y el naranja.

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