sábado, 30 de diciembre de 2017

tan interesante como banal


A dios le da hueva. Se rasca la ingle con sus uñas inmaculadas y suspira milagros de satisfacción mientras escoge otro vídeo en el monitor. Suena el teléfono; pero ya nunca lo atiende.
En la fila del súper hay un ángel esperando a que la tarjeta de descuento de la anciana sea validada por la cajera. Sostiene cuatro yogurts bebibles, un repuesto de rastrillos y un chocolate, producto de un antojo de último momento.
En trenes suburbanos alrededor de todo el mundo industrializado hay viajeros con capacidades sobrenaturales de proporciones bíblicas. Cabecean contra las ventanas, llenan crucigramas y se revisan las listas más populares para su próxima canción.
Pagan por ver a magos hacer shows en auditorios para miles de asistentes. Compran productos anunciados en televisión a media noche. Se frenan afuera de templos e iglesias y alzan la cabeza para ojear velozmente ceremonias que se repiten semanalmente. Luego aceleran el paso para no llegar tarde al cine.
Cambian los focos fundidos por nuevos. Hacen citas para el dentista. Se ríen con vídeos de cachorros en actividades humanizadas y absurdas. Dicen que no tienen monedas a los limosneros. Todas las noches, ponen sus despertadores cinco minutos más tarde de lo que deberían para realmente salir con calma.
Les llueve. Se acaloran. Se ven tentados por el picante que los tiene sentenciados a una úlcera. Tiran a la basura el periódico a los dos días de caducado. Intentan limpiar sus dientes de impurezas con acrobacias de lengua antes de pedir por un palillo.
Son seres inmortales y sagrados; mensajeros de milagros aún por suceder. Y cuando nadie los está mirando -caminando del otro lado de la acera, lejos de los faroles iluminados- culposos de ser masoquistas emocionales, dejan escapar lágrimas minimalistas con ésta canción que tiene poco de especial pero que los hace sentirse parte de algo allá afuera más grande que ellos.

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