martes, 15 de abril de 2008

Y muchos todavía no aparecen



Pasaron los monos blancos, pasó Altea, pasan Esther, Trini, Tacho y David, ya hace tiempo que Roberta no pasa; desde La Garrucha hasta Morelia y ni aquí ni allá pasamos los demás. ¿Algo cambió o todo sigue igual que ayer?
Que nos quiten el baile más no lo bailado. Que nos roben las armas pero no las heridas. Que nos censuren las marchas, pero no los pensamientos. Que se repartan las penas y luego la comida. Que nos den motivos para hablar a los que carecemos de ellos, para poder dejar descansar las voces de antaño.
Nadie quiere seguirse las playas para adentrarse en la selva. Solo los de afuera llegan a caracolear sus días 'fuera del sistema'. Estamos tan lejos de vivir la insurgencia, a menos que sea en forma de represión. Estamos tan lejos de ser los idealistas que este mundo necesita. Estamos tan lejos de derribar las barreras que supuran guerras y divisiones entre nosotros. Estamos tan lejos que hay quienes ya creemos que las rebeliones se hacen con plomo en los lápices y no en las balas.
Lo complejo de preocuparse es que te da algo que hacer, pero la verdad es que no te lleva a ningún lado. Bueno, pues más o menos en algo así devino nuestra lucha. Todos la escriben, todos la leen y hay quienes hasta la visitan; pero ya son pocos quienes le siguen sacando su merecido provecho y todavía menos aún los que siguen creyendo.
Los que antes eran peones hoy llevan la bandera, porque los que antes eran los voceros, hoy estan muertos del corazón emplomado o peor aún, vivos y con el mismo mal en el pecho.
A mi sólo me queda pedir perdón. Perdón por YO no haberte comprado y dejar que te vendieras. Por dejar que te acorralaran mientras nosotros, los indecisos, te veíamos desde la tele. Ya de aquí en adelante la cosa cambia, los motivos cambian; pero igual ya es tarde. Ya es tarde para todos: los que preguntan si pueden empezar de nuevo, los que no aguantaron y los que tuvieron que aguantar sin que les preguntaran.
Tanta selva por recorrer. Tantas balabras por esquivar. Tanto, tanto que ya ni recuerdas como era tu cara y yo que me la sigo viendo todos los días.
Perdón por haberme vendido antes que tú.

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