domingo, 26 de febrero de 2012

Angostura, te soy

Las historias son de tres. La mía es conmigo, la celebridad de nuestro pueblo y él, el primer hombre por el que siento una genuina compasión. La de él, encaramado en la barra, es entre él mismo, ella y una canción que más que canción es una llaga. En ambas historias la víctima es Fabián, que con toda razón empuña el vaso para no caer a su cisterna de pesadillas.
Yo me meto pistaches a la boca. Él, con sus anchos hombros abarcando un extenso tramo de la barra, platica con Luque, su único amigo pero por suerte su mejor también. Fabián, tercera generación de constructores, es famoso en Angostura por una sencilla razón. No son las casas que ha puesto de pie. No es su equipo dominguero de fútbol. Es Tina. La historia que vivieron juntos sólo ellos la saben; pero la mujer más talentosa, más salvaje y con más magia que ha creado la Angostura es Tina y eso lo sabemos todos. Tanto así que ya muchos sospechábamos que sólo había sido un error y que el mundo la iba a cobrar tan pronto ella estuviera lista para marcharse.

Porque acá no pasa nada.

De nada.

No hay museos. No hay tormentas. No hay crímenes y los únicos que vienen de visita son los de fútbol sala de Gayadita y Larcarráz porque la cancha del ayuntamiento es nueva. Angostura es, para bien y mal, autárquico. Lo que nace, a veces crece o nada más se reproduce y muere en la Angostura.
Pero Tina era distinta. No sé si qué era más, si hermosa o volátil; o más bien una era producto de la otra. Todos los hombres de mi generación pretendimos, en el mundo real o en ficción, ser algo de Tina. Yo tuve suerte, íbamos juntos en el colegio y no fue tan complicado hacerme su amigo. Tengo grandes recuerdos de esa amistad; pero la verdad es que a partir de que salimos de ahí rara vez volvimos a cruzar más de dos palabras. Poco a poco uno ve como la otra persona se va convirtiendo en alguien más y lo mismo sucede de allá para acá; pero nadie se da cuenta que ese rigor con el que empezamos a juzgar a nuestros viejos compañeros es sólo el resultado de una amistad tiesa. El compartir el día a día con alguien se encarga de amasar, de refrescar nuestras amistades; pero si no hay eso o un esfuerzo gigantesco por mantener la comunicación los lazos se van volviendo rígidos. Se vuelve incómodo. Ojalá se disolvieran, pero no, se ponen duros y entonces uno encasilla para evitar ser encasillado. Así lo veo yo. Hay quien dice que se pudre, pero para mí es más cómo que se entiesan.
En mi caso Fabián tuvo mucho que ver con la tiesa relación que hoy tengo con Tina. El día que terminamos el colegio fue el día que Tina y él se conocieron. Ella estaba tocando la guitarra en las altas horas de la madrugada cuando Fabián y sus amigos borrachos, apagaron la fogata. No recuerdo si Tina cantaba una canción de Dylan o Solari pero lo que si sé es que la guitarra estaba antes de que él llegara; y ahora la vihuela sigue y él es historia.
De esa noche en adelante fueron cinco casi seis años donde Tina y Fabián compartieron el asiento en un torbellino de prácticamente todo: amor, insultos, violencia, absoluciones, falsas promesas, gritos y carcajadas. Tina dejó de existir para Angostura y muchos celosos se preguntaban que hacía con un tipo como Fabián. La verdad yo nunca me lo cuestioné mucho, las veces que los alcancé a ver por la 5 de marzo se veían contentos. Desde el balcón que de su departamento Tina tocaba la guitarra por las noches o los domingos en la mañana. Tina siempre quiso ser algo de la música; todos opinábamos que más bien la música era parte de Tina. Todos menos su papá, que al final acabó prefiriendo que se enfocara eso que al ordinario Fabián.
La llama de Tina se fue apagando conforme la tempestuosa relación la fue absorbiendo. Su sonrisa se fue y en su lugar llegaron dos ojeras, que no paraban de ser atractivas, pero por las razones incorrectas. Días antes de que se largara me la topé en la fila de los bisquets. Haciendo tiempo le pregunté si tenía nuevas canciones en su repertorio. Se pasó un mechón atrás de la oreja, volteo hacia el lugar como para checar que nadie me hubiera oído y me pidió que porfavor no le preguntara esas cosas. ¿A qué se refería 'esas cosas'? No lo sé.
Ésto fue un miércoles, para el domingo ya comentábamos en el bar su desaparición. Todos nos enteramos porque Fabián, borracho y aturdido, con la mirada de un niño abandonado le preguntó a quien pudo si sabía algo de ella. ¿A qué hora se había ido? ¿Si se veía triste? ¿Si había llevado las llaves de su casa? Luego nos contó Ofelia su hermana, que vive en el piso de abajo, que la policía fue a callarlos por los gritos que se oían hasta la 5 de marzo y no se había atrevido a tocar la puerta. Las cosas que se dijeron ellos dos aquel día.
Tina se fue y la gente se puso de luto. A mí no me robó el sueño para ser franco, pero si era agotador ver cómo a la falta de la musa de nuestras calles, el gris de las paredes resaltaba.
Se fue y ya, para mí así era la cosa y no había mucho más qué contar.
Luego Tina volvió, pero como un fantasma. En el radio. La Angostura volvía a enorgullecerse de Tina al mismo tiempo que la extrañaba peor. Vinieron reporteros fetichistas a preguntarnos qué sabíamos de ella. El pueblo salió en la televisión con cada éxito de Tina. Yo sabía que ella tenía ángel cómo nadie en clase o en el pueblo; ¡pero no sabía que en el país! Uno se asoma para verla recoger su lápiz esperando alcanzar a apreciar uno o dos centímetros de culo y luego esa misma persona es la figura a la que se rinde el país entero. Me pregunto cuantas personas se sienten cómo yo de ser los coristas ordinarios en la vida de estos diamantes exóticos.
Todo parecía indicar que Tina se había recuperado a sí misma.
Y que luego se había regalado al mundo.
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Tres años viniendo a este bar y nunca había visto a Fabián aquí.
Tres años que Tina no había puesto en Angostura. Sus padres vivían ahora con ella en la capital y lo más cerca que habían pasado por aquí fue la noche del concierto en Gayadita.
Tres años sin pensar realmente en él o ella, aunque a ella la veía en carteles mal pegados en las paredes o en notas del periódico.
Y hoy, sentado desde mi mesa lo tengo a unos metros pero todo es tan distinto.
Un chico, sin saber quien es Fabián, ha puesto en la rocola el último sencillo de Tina, 'Te soy'. Después de eso Fabián se ha ido emborrachando a pasos acelerados mientras le vomita a su colega lo que le sucede por dentro. Luque, leal y tonto como perro, sólo asiente en silencio. Esa canción que hoy es un éxito nacional es una veta incandescente en el corazón del gorila aquél. Lo tiene confundido. La analiza. La inhala. Le duele. Lo confunde. La exhala. El es un peón que se siente aludido y ni siquiera tiene la certeza de si en verdad habla de ellos: de Fabián y de Tina. Para el resto de la gente trata sobre ellos mismos, sobre sus problemas; cada pareja la apropia como si Tina fuera un relator omnipresente de todas las vivencias amorosas del país. Pero Fabián cree o quiere creer que en verdad es él de quien su antigua pareja canta. Los chicos ven un póster y se enamoran de esos ojos enigmáticos enmarcados en rimel negro. Fabián tiene mil y un recuerdos de ella en su cuarto. Un millar de razones para reinterpretar, sino lo mejor, al menos lo único auténtico que ha pasado en su vida.
Los chicos terminan por irse de fiesta a otro lado. En el local sólo quedamos el barman, aquellos dos y yo. No me arriesgo a irme así nomás. Pero menos me atrevo a decirle algo.
Qué díficil ser él, una sombra de algo etéreo. Cómo las madres de guerra que no tienen derecho a duelo al nunca ver el cuerpo de sus hijos desaparecidos, Fabián no sabe si sentirse afligido pero orgulloso de haberla marcado o ridículo de haberse creído tan importante.
Sin hablar pone unas monedas en la barra. Luque las toma y camina a la rocóla.
'Te soy'.
Luque toma en silencio, sin voltearlo a ver. Es un fiel guardián.
Fabián se acomoda y ya no alcanzo a verle la cara. Se afianza bien en la barra; listo como marinero en proa para recibir la tempestad. Me pregunto si alguna lágrima se le escapa.
La música suena. La voz de Tina, dolorosa, se resbala entre las notas.
La compasión es darse cuenta de la total impotencia de uno ante la miseria del otro y sin tener a algo o alguien contra quien cabrearse.
Tal vez contra la Angostura.
Que de tan gris ya tornó negra.

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