jueves, 2 de febrero de 2012

Atlántico

De grande quería ser cádaver porque de chico lo espiaban las estrellas. Un viaje que valga la pena, en papel, en tierra o en tu cabeza. La gente ya se olvidó. Se olvidó. Las grietas de tu piel son el camino al polvo. Contra la cruz. Por los nuestros. Los motivos y los lugares ya no importan. Importan los clavos que revientan tu piel. Huecos sin sangre. Sobrenatural. Anticaducidad. Sonriente. Flagrante.
Me das por sentado. Me juzgas por mi nobleza y me acorralas a mi crueldad. Noches de astillas con vaho para cenar.
No es nada. No da miedo si te entregas a la oscuridad. La que nos consume entre sueños. No nos hagamos tontos, derrochaste el dolor de los que sacrificaron por tí. Por monedas. Por ideas. La casaca que te pones es falsa. La única verdad que vence las rodillas y ajusticia por igual es que somos mentirosos. Somos maricones. Somos prófugos.
Música prenatal para las fanfarrias de tu descorazonamiento. Animales de humo. Aliento a migajas. Eres un corto circuito de un suicidio mal planeado. De reojo siempre viste a las otras razas. Sin darles oportunidad, más porque no te descubrieran que por desconfiar. De rodillas o en auto último modelo, vas de bajada y no importa si el viento te hace sentir único e importante; tienes que bajar la vista para ver que te arrastras como babosa a ritmo fúnebre.
Al final ir despacio que lo único que te regalo unos minutos antes de implotar.

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