miércoles, 18 de noviembre de 2015

Temblor Batido


Cerró el periódico. Del otro lado de la calle un hombre de gafas leía su celular, seguro estaba en lo mismo. Los árboles, la basura, el semáforo roto; todo seguía como ayer. Todo seguiría igual mañana. Tantas cosas cambiarían en un sinfín de rincones del mapa. La vida se haría más complicada para hordas de individuos similares a él; y a partir de ya, tan diferentes. Como siempre, algunos se beneficiarían de todo esto: aquellas misteriosas sonrisas que lucran con las pérdidas.
Regresó a la primera plana y se concentró en sus ojos, impresos en blanco y negro. Toda esa confusión no le correspondía. Él tenía claridad -al menos-. Aquí, en este pliegue planetario, no había humo para cultivar el desconcierto. Anheló la espesa pringosidad que el conflicto, la derrota y la angustia comparten. Esa parca tranquilidad, estancada en la acera, lo ponía inquieto. Quizás a todos sus paisanos, sólo así se justificaba la ráfaga de discusiones y gritos a esa nada digital que tantos sostenían para hacerse pertenecer a una humanidad que los cortaba de tajo.
La guerra es un club selecto. Quien está dentro sufre por salir y quien está afuera no se permite dar las gracias. Al contrario, se pone de puntitas para asomarse hacia el combate. Quiere un souvenir, un loquesea que pueda presumirle al resto de los no-invitados. Él era uno de ellos. Él sintió la soledad de no haber sido preferido por un mundo que mata a millones y deja libres e indefensos a muchos más.
Pateó una lata que aterrizó en un montón de hojas muertas, sus actos rebeldes parecían un servicio público. Mientras, el mundo tan diverso se arrastraba, desgajado y penetrado, por seguir dando vueltas. La humanidad varía en esta Tierra; y termina por perderle al cambio. Hay valores distintos que ya han sido diagnosticados; y valor desigual que ya es sufrido por miles, también.
Sus penas, ligeras como espuma, flotan como el polvo sobre el dolor verdadero. Su alegría, en eras como ésta, ofenden. Su indiferencia, silente, lo extingue.
El destino es de quien lo lastima. El mundo es de quien sale lastimado.
Sin tenencia, ni pertenencia, tiró el periódico a una jardinera marchita. Caminó hacia la parada con la vergüenza de quien sabe que jamás morirá martir.

No hay comentarios: