
Porque la fantasía no se queda atrapada en los sueños. Porque los atardeceres son comienzos antes que nostalgia. Porque estar no es cuestión de presencia. Porque el alma es una forma de escalar. Porque lo más fácil en esta vida es hacer lo que nos toca y un poquito más.
Confieso, ante todos, que lo que pienso no es lo que hago. Que mi consciencia se arma de complejos y traumas para censurar lo que en verdad quiero. Sobre-educación, mentiras blancas, limosna, poner la otra mejilla y caminar siempre derecho son diferentes formas de auto-engaño. Confieso odiar, disfrutar el olor a podredumbre, en mis sueños anhelo golpear a niños y niñas por parejo. Somos la parodia de las estatuas que se movían en tiempos biblícos.
Hace un año o más tal vez, que supuran los estigmas de mentiras nunca confesadas. Cáncer de infidelidad, síndrome del hipócrita o el mal del auto-sabotaje, son todas las enfermedades mal diagnosticadas por quienes se saben portadores de las mismas.
Nunca nadie me ha dicho que se considera una mala persona. "Todos acá somos buenos" dicen. Yo he visto a los peores ladrones, cornudos, valemadristas, interesados, vanos y pendejos del lugar pasarse por mi casa y nunca uno se calificó como basura humana. Todos rompen sus propios códigos y todos juzgan a los que los rompen; según el humor del que estemos. Ya hoy no hay ni porqué aspirar a una buena persona, eso es medieval, obsoleto. Con que fuéramos coherentes tendríamos la mitad de la batalla ganada. Uno sabría quien es quien con base a cómo se manejan, no tendríamos sorpresitas. En ese acomodo, el asesino que así se presenta está por encima de tu mejor amigo... él, que es una "buena persona"... dice.
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