lunes, 28 de noviembre de 2016

deMicroondas


Una lágrima maquillada pensada para abrir candados que se juraban imposibles logró su objetivo. Ahora, el mundo que se jura más sapiente y espiritual, resulta también, una tierra menos segura.
Si quieres, ódiame; pero no me esperes.

viernes, 25 de noviembre de 2016

la incongruente marcha centrífuga de los retornos en u


Como si permanecer en silencio te hiciera más sabio. Como si por ver a dios se fuera más espiritual. Como si por robar una vez uno fuera incapaz de amar siempre. Como si el servicio y la obediencia minimizaran a quien los ofrece. Como si el azul contaminado de un cielo demasiado adentro en tierra firme, sirviera como página de un menú cargado de vicios. Como si la claridad fuera una virtud de seres inferiores. Como si tú y yo, sin conocernos, aún no hubiéramos existido. Como si lo asqueroso resultara incomestible. Como si la soberbia se pudiera diluir en el garrafón de un tiempo infinito. Como si las betas de la madera aparecieran menos hermosas por estar montadas sobre un mueble impráctico y horrendo. Como si la tersa piel de una mujercita desnuda se prohibiera por anunciar el fin de los flácidos vejestorios. Como si la sentencia de muerte a desconocidos doliera menos que la brisa de un balcón en primer piso. Como si de éste párrafo imperfecto se hubieran borrado las mejores oraciones por la codicia de un autor desconfiado. Como si la última membrana al fondo de tu cordura hubiera sido hipnotizada por un ritmo rara vez visto. Como si de pronto todo fuera un poquito más lento y tú un poquito más transparente; y te fundieras con el viento. Como si todo esto, se convirtiera en canción y ya no extrañaras a tus amigos menos eternos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

disipáis


Bajaba Sosioux por la calle de Frontera cuando se encontró un gorrión muerto en el piso. Alzó la vista buscando la causa de muerte del ave pero sólo encontró un cielo nublado diseccionado por el negro cablerío que flota sobre la cabeza de todo chilango.
Le tronaron las rodillas cuando se puso en cuclillas para inspeccionar el cadáver. No tenía heridas visibles; al contrario, parecía la víctima de un paro cardiaco fulminante o una sigilosa y delicada estrangulación. La misma tenue tristeza que no había sentido de camino al ver las portadas de periódicos con los jóvenes muertos a balazos, se instaló en Sosioux.
Recogió al gorrión y se lo llevó con ambas manos. Dio vuelta en la calle de Durango y al llegar a Morelia vio como dos coches chocaron en plena esquina. Lo increíble era que la ruidosa colisión había sido producto de un Jetta pasándose un alto y una camioneta CR-V bajando en sentido contrario por la perpendicular. Del Jetta rojo se bajó una señora ligeramente obesa con luces para disimular sus canas. De la CR-V descendieron dos mocasines que sostenían a un espigado treintón con medio kilo de gel engarrotándole la melena.
Se miraron odiándose, queriendo reclamarle al otro la estupidez propia. La confusión, glaseada en susto y empoderada en un mediocre seguro automovilístico hacia de aquel amargo intercambio de recíprocas inspecciones, un maridaje singular. Con la compleja ambigüedad que tiene el rostro de un hombre recién masturbado meciéndose entre la satisfacción y la culpa; o el trabajoso semblante de una mujer que en el pasado fue estratosféricamente gorda y adelgazó por sus propios medios y sacrificios para después verte con orgullo y desconfianza; así se miraban, in-descifrándose el uno al otro.
El tableaux duró un largo instante. Seguramente se atragantaban sus reclamos al caer en cuenta de la fragilidad que tienen los argumentos de quien viene, precisamente, de romper la ley en una jerarquía similar a la del otro culpable.
Sin hablar, cada uno se metió a su auto y se largó enfurruñado. La CR-V se alejó por el sentido correcto de la calle y el Jetta aguardó a que se pusiera el verde para llevarse su hundida defensa y su abollada dignidad. Los dos huyeron, como si la culpa o la responsabilidad, al no ser reconocida por nadie, fuera algo que se evaporara. Quizás tenían razón y en efecto, la culpa se evapora; y como todo cuerpo de agua sin importar su tamaño, tiene (¿o se debe?) un ciclo en el cual se gasifica, se hace invisible al humano y después se desparrama en tormentas a miles de kilómetros de distancia.
En la misma esquina del choque Sosioux dejó caer al suelo con sobrada indiferencia al ave fallecida. Caminó un par de cuadras más y al llegar a Tabasco se frenó en seco. Delante suyo, a media banqueta, un gorrión muerto sin motivo aparente, yacía inmóvil.



martes, 15 de noviembre de 2016

Los abscesos pueden formarse en casi cualquier parte del organismo.


Mi hija se enamoró de una cuchara en la secundaria. Yo pensé que era algo para irritarme o alguna broma sexual. Se casaron el año pasado. A pesar de que en un inicio reprobé la relación, mi mujer me acabó convenciendo que no tenía sentido el pedir explicaciones. Acepté a la cuchara y me vi obligado a pedirle una disculpa. Lo que hoy en día me parece más extraño es que no tenga un nombre propio. Tal vez es algo que mi hija me esconde por miedo a que yo denuncie la unión. Quiero pensar que por eso no fui invitado a la ceremonia.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Sin límite ni horizonte, cayendo hacia el cielo


Flotando hacia atrás, muy lejos de aquí, en una vuelta infinita donde solo estaba yo contigo y nadie más; aprendí.
(aquel que pone la otra mejilla es generoso; aquel que se deja robar es libre)

jueves, 10 de noviembre de 2016

Hojas muertas que aún no mueren pero ondulan por el aire hacia la absoluta mortandad


La comezón de una letra se rasca con cartas anónimas a un lector perdido. El frío debatir de dos amigos que ya no lo son, se escalda de arrepentimiento y digitalismo. La idea depilada de una comunidad excluyente de todo lo que no es sagrado, navega por el río urbano y desemboca en la catársis del reciclaje.
Toda la estupidez que me sobra, por exceso de dormir y falta de estar bebido, la riego en tus párpados necios que buscan nitidez y en mi encuentran un afectuoso desafío.

martes, 8 de noviembre de 2016

Terror del vacío


Silencio, aún lo puedes oír. Vive dos pisos abajo de ti. Escucha un disco de opera ligeramente rayado todas las noches. Tiene una tendencia al espiral, como todo ducto a la locura. Sin embargo está más cuerdo que nada. Es tú cuerda. Es un mecate de agua que engrana tu existencia. Ahora llueve. La hojarasca de años de auto-ignorarse amenaza con taponear las salidas. Sobrevivirás. Tu sí. El vive dos pisos abajo, no sé.
Lunas apiladas, una sobre otra, sostienen los techos que al mismo tiempo protegen a pelados y felpudos; también sentencian el punto de asfixia estratificada. Así va ahora. Todos en la fila al desfiladero pero con tráfico en la fila. Los que logran empujar a otros antes que sí, se vuelven migrantes y los repudian todo aquel que se sienta amenazado de ser acercado a la cuarta edad.
Morirás. Tu sí. Lo ilógico ahora es que no lo hayas hecho ya. Lo charro es que lo reniegues por vivir abajo. Lo dejaste latir hasta la inexistencia. Ojalá antes de que el granizo lo condene llegues a oír a esa soprano que eras cuando, de menor tamaño, eras tamaño corazón y jugabas en el atrio de cantera que sin color alguno cada mañana postulaba momentos entre el azul y el naranja.

viernes, 4 de noviembre de 2016

carácter adolescente


Se me hacía fácil,
dormir juntos a deshoras.
Oía los reclamos para mí
cual infantil regaño que desatendí.

No quería que importaran
los calendarios y las horas;
razones fantásticas que
hoy son excusas necias.

Impuntualidad,
conmigo mismo;
inhabilidad,
de ser preciso.

Me saboteó el tiempo.
Yo ciego de ver al sol,
y detrás caían las hojas
de un otoño tempranero.

Quería quererte más,
sin orden y sin prisa.
Hoy una recámara vacía me avisa,
que se me hizo tarde.

jueves, 3 de noviembre de 2016

vecesversosbesosbestias diez


*Dos rollizas viejas dando vueltas sobre su eje a medio banquete. *Una parvada de golondrinas como puntillismo en el cielo. *Las ganas de querer buscar algo. *El trabajo de un asistente de velador que ve la tele por horas y no recuerda una sola imagen que pasó ante sus ojos.
Es aleatorio, sí; pero una vez que existe ya es intencional. Tan sordo como un peluche y tan triste como una cortina vieja, así me veo. Nadie sabe que espío a una adolescente recién salida de un nocturno regaderazo con los senos vulnerables al lujurioso y estático aire de una habitación citadina. Ella sabe de mi existencia; y en este mundo que todavía existe, queda un rastro de suciedad en su acto. Suenan esferas chocando entre sí en mi cabeza. Caen mareados globos de un puente campirano a un río que agoniza. Una abuela rumana, con la cabeza envuelta en un pañuelo, se ríe de mi mediocre imaginación. Por eso hay veces que me gustaría haber sido yo pero alguien más. Las uñas de negro, tatuajes perversos en tinta rosa y un rotundo aborrecimiento por el silencio, pienso o creo. No sé cual es la diferencia.
*Las niñas pubertas que se abrazan en suéteres de lana. *El humo de marihuana que nace con fuerza de una boca a media sonrisa. *Un amanecer en parpadeo de neón. *Atrapasueños colgando de un árbol muerto. *Una cigüeña que picotea un pañal cagado en un basurero metropolitano. *Los colores de una bandera que aún no existe.
Todavía hoy -u hoy tanto como siempre- hay lugares a los que no podrás llegar. Que sí existen. Que igual imaginas. Que añoras sin fundamento. Que en su ser exento de pretensión, cuando los ves, te lastiman.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

sí son (soncondimentos)


Una sonaja suena todo el tiempo. Mueve mis sueños y flota cuando busco ahogarme. Hay un ritmo perfecto, que nadie escucha. Quisiera yo, descalabrarme en ti. Regalarte de mi interferencia, la claridad que necesitamos todos. Sigues nueva. Tu aroma a risa inédita y nocturna aún me guía. Me lleva a la superficie de forma lenta y constante, con el ritmo de una sonaja que suena todo el tiempo pero que apenas aprendí a escuchar.