jueves, 21 de septiembre de 2017

los puntos más lejanos


Rojamente verde es esta desesperanza ilusionada.
De azul anaranjado va teñido el cariñoso rencor.
Una entrañable desdicha con amarillos de morado.
Donde acabamos es apenas principio y sin saberlo,
van rozando las espaldas, los puntos más lejanos.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Las mentiras escritas muchas muchas veces


Los letreros digitales de los países anclados a la legión del Noroeste se programan desde las oficinas de Overlanga. El único medio de transporte que llega a los cuarteles, a cuarenta minutos de la ciudad por protocolos de seguridad, es el tram. Es una presencia particular el tram en este país y en esta época. Sin embargo un estudio hecho por la facultad de estadística de la Universidad Estatal (el Campus de Calenda, que tiene fama de ser un poco más laxo en sus publicaciones) dictaminó que era el medio que menos impacto ambiental generaría en el mediano y largo plazo. No obstante, en el año de publicación de aquella investigación en el corporativo de Overlanga la población laboral era de dos mil trescientas cuarenta y cuatro personas. Hoy, ese número ha incrementado por casi el 190% y sobra señalar que el servicio de tram está rebasado. Ni siquiera llegando en la corrida de las 4:45 AM uno logra el mínimo básico de comodidad* [que acate los 25.2 cm de espacio personal que la legión establece como derecho elemental; más bien todo lo contrario, en las corridas de las 8:15 AM, 8:35 AM, 8:55 AM, 9:15 AM y 9:35 AM el promedio está por debajo de los 9.4 cm que la legión demarca como arreglo bajo condición de hacinamiento]. La práctica de pasar la noche en el cubículo, si bien empezó como una forma fácil de impresionar a los superiores, ahora es de las pocas alternativas que existen para evitar la vuelta en la última y temida corrida de las 11:15 PM. Yo soy uno de los novecientos empleados del sector H-G. El cuadrante 8 se encarga de los rótulos más asequibles. De ahí la falta de gráficos; que solemos compensar con dibujos realizados a través de la suma de caracteres como ->*O. La G es para la división de comedores nocturnos. Soy madre de dos, a pesar de que la radiación me hizo estéril. A un lado de L____, que sí pudo concebir irónicamente a raíz de un tratamiento de un tratamiento de isotopos, le hemos dedicado seis años a esta industria pero simplemente ya no podemos más. Tengo tres días sin ver a mis hijos y temo por su bienestar y que podamos volver a estar juntos, como familia. No hay manera de regresar y caminar hasta el anillo metropolitano con nuestro peso es una misión suicida. Los correos a los directivos de Overlanga empezaron siendo respondidos con monosílabos, luego quedaron sin respuesta y ahora nuestras cuentas ya han sido perfiladas como correo spam; dejándonos incomunicadas por todo medio que no sea éste. Si bien esta publicación significa una infracción de nivel III que es sinónimo de despido, no me gustaría caer en más incumplimientos que podrían convertirse en multas que no tengo los medios para pagar. De cualquier manera, para proteger la información de nuestros clientes, yo no poseo el nombre de este canal de divulgación; tan sólo puedo afirmar que las ofertas más recurrentes son las de "ensalada de muslos de pollo al 3x1 los jueves de partido" y "20% más para las campeonas del aplausómetro". Si alguien lee esto a tiempo, sólo me queda pedir que a Vic y a mi reinita Liddy, les digan que tienen dos madres que los aman, los extrañan cada día más y que nuestra desgracia es sólo producto de nuestro deseo por un mejor futuro para ellos.
"¿Por qué tan serio? Aquí está la cubeta corazón". Nadie con una sonrisa tan ancha y un escote tan bajo significa lo que sus palabras expresan. "Aquí están tus seis drumettes caramelizados, doce puntas de ala rinconeras y cuatro jamoncitos pegajosos. La siguiente cubeta va por nuestra cuenta papi." Me guiñó el ojo y se acerco tanto que me puse nervioso. "Ya sabes que las propinas están prohibidas." Puso su mano en el resorte de su traje de lycra. "pero el que nada sabe, nadie supo." Alzo el resorte, el sonido del belcro me hizo sentir observado. Tenía un puñado de billetes arrugados y sudorosos adentro del calzón. "Provecho."

miércoles, 13 de septiembre de 2017

un porcentaje de la corteza terrestre


Hay algo muy triste en las mujeres de cuarenta y cincuenta años que habiendo buscado la libertad y habiendo sólo alcanzado el libertinaje exclaman atención como un placebo de restricción para sentir la seguridad que tenían en la infancia o la pubertad. Eso era Mariana, una señora atractiva -atributo que se le otorga a todo espécimen que es celado en materia física por los de su mismo género- cuya mirada mezclaba añoranza y endeble alegría. Era alguien con posesión de sabiduría sin duda, pero quedaba en evidencia muy rápido que no sabía emplear su erudición en su beneficio; más bien todo lo contrario.
Yo fui amante suyo por unos meses. Supe desde la vez que volviendo de una vacación decidí no llevar mi maleta a su departamento, que no sólo eran las últimas horas con ella; sino que yo empezaba esa noche a diluirme en un mar de decenas, quizás cientos, de amores fortuitos. En el tiempo que estuvimos juntos sólo denominó con nombre propio a Pedro, su primer marido, y a Jerrry, el buzo que murió en un accidente automovilístico. La realidad no era igual en la dirección opuesta. Yo supe desde el primer instante que Mariana sería una experiencia irrepetible y por ende, inolvidable, para mí. No sólo la lista de mis parejas era ridículamente más corta, también era más simplona en todos los aspectos.
Fui yo quien decidió terminarlo todo. Ella lloró muchísimo. La piel de su pecho parecía un cartón húmedo, gastado por las cascadas de lágrimas que ella le dedicaba a nuestro rompimiento. Aún así, también había algo mecánico en sus acciones. La cadencia de sus movimientos cuando fue por los pañuelos o cómo se reacomodaba el tirante del vestido, una y otra vez, pertenecían a alguien ajeno a ese llanto; años de entrenamiento me imagino.
No la he olvidado hasta el día de hoy y ni siquiera una cruel enfermedad mental podrá borrarla de mis recuerdos. En las bodas de oro de la misma pareja que nos introdujo la volví a ver esta mañana. Eso que era Mariana lo sigue siendo. Los machos paternalistas la critican. Sin piedad describen su mirada perdida; esa que deambula al instante de abandonar sus pupilas envueltas en negro rímel. Es verdad que hay algo en ella que es y siempre será un gorrión herido que pide ayuda aún cuando ella afirme lo contrario. Lo que sabemos unos cuantos de los presentes -todos previos amantes- es que la melancolía que baña aquella aparición (en un angelical y anacrónico vestido blanco de crochet) es producto no de ella sino de nuestro hueco y vulgar interior.
Es así que no me atrevo a saludarla, por más que desde el otro lado del salón resulte evidente su carencia por una brújula de algún tipo. No es suficiente querer ayudar. Hay que saber hacerlo.

martes, 12 de septiembre de 2017

Ni hoy, ni en veinticinco mil años


En 25,000 años no habrá rastro alguno de mis palabras. Tal vez entonces sean aún más importantes que hoy.
Que nadie sepa quien eres significa más que el silencio nocturno que se evapora al medio día.
Que nadie sepa quien eres es una llave a ver los capullos que se asoman entre las grietas de oscuros callejones, a escuchar con paciencia los ronquidos de bestias violentas, a sin haber leído esto, saber que yo te necesito a ti.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

sparkle of none


I am deeply saddened for not having been myself all those moments I was imagining what would I think about them now that I have this age that means so little.

el sábado y el pasado


En el salón de fiestas infantiles D'Angelo, en avenida Aztecas 467, colonia Ajusco se improvisó el sábado pasado, a falta de recursos económicos, la boda de Gilda y León. Gilda, con cuatro meses de embarazo, se fue temprano de su propio festejo. León, distinguido borrachín, aprovechó la oportunidad para abusar del Cabrito Reposado que tanto le gusta. Quien sabe cuántos años durarán casados. Quien sabe si ellos durarán más que su matrimonio. La salud no es el valor que abanderó al D'Angelo sin duda. Muchos de los pocos asistentes se la pasaron bien, eso sí. Xiomara no era una de ellos. Era la impresión de ella, bastante acertada desde una óptica objetiva, que era de las personas con mayor potencial del evento. "Potencial" por sí sólo no significa nada, hay que direccionarlo para medirlo en primer lugar. A lo que Xiomara se refería en ese oscuro monólogo que proyectaba en su cabeza sin realmente escucharse era al derecho a la felicidad, a la expectativa inherente que generamos a ser plenos a partir de quienes somos. Existen pocas personas con una plataforma tan vasta y exuberante que su realidad cumple en el 100% de sus situaciones y momentos sus expectativas. Hay también, muchísimas personas -incalculabe es la dimensión de este grupo- que su expectativa es nula (tan nula si se vale subrayar lo que matemáticamente es imposible pero como experiencia en vida sí es 'vivible') que la realidad ya no puede ir por debajo de la anulada fe que tienen en el porvenir. Ambas comunidades, diametralmente opuestas y nunca en contacto directo, comparten el desapego al potencial ya que abarcan los rangos absolutos 0 y 100. En medio estamos los demás. La característica principal de gente como Xiomara, o como Gilda, también como León, es que se evalúan. Comparan lo que tienen con lo que consideran meritorio a raíz de su boleto en la fraudulenta lotería de la vida.
Gilberto, fodongo y perspicaz en cantidades similares, miró que del otro lado de la pista bailaba Xiomara al mismo tiempo que lloraba. Le pareció alucinante que alguien pudiera ejecutar, a solas, esas dos actividades en simultáneo. Pensó, mientras le daba otro trago a su brandy con coca y sin hielo, que se requería de una valentía inconmensurable, y también de un abandono brutal por el aprecio personal, para bailar como bailaba y llorar como lloraba Xiomara en la pista, sola. Sin pretensiones heróicas de videoclip popero, pero sí haciendo ejercicio del humanismo que su madre le había inculcado, Gilberto dejó su trago y cruzó la pista para acompañar a Xiomara.
Le tendió la mano y ella, sin dejar de llorar, ni siquiera haciendo el intento de evitar ser un estrafalario manantial con peinado crepé, tomó su mano y lo acercó a ella. Bailaron en silencio canción y media. En el D'Angelo había menos de treinta personas y una cuarta parte eran empleados del salón, la mitad estaban separando a León de liarse a golpes con un mesero y el resto bailaba en la pista de triplay pintada color vino.
"Las agujetas desamarradas de su bota izquierda nada le importan al manco que cruza el desierto." Dijo Gilberto al oído de ella que alzo la vista del suelo queriendo entender lo que le decía. "Lo problemático es sólo lo atendible, lo demás es la realidad." El calor del aire que salió de la boca de Gilberto con las últimas palabras rozó el oído de Xiomara. La inesperada sensación le resultó un 20% asquerosa y un 80% agradable -al menos así lo decidió arbitrariamente su oscuro monólogo sin ser realmente atendido-. A pesar de haberse alejado ante la inesperada sensación regresó rápidamente su cabeza a la distancia a la que la tenía del cráneo de Gilberto. De hecho intentó dejarla más cerca, sólo un poco, una distancia imperceptiblemente pero que de ser evaluada sería simbólica.
La boda acabó, a falta de recursos económicos pero sobre todo a raíz de la madriza que le propinó el mesero a León, muy temprano. Xiomara, recalibrando la valentía y el abandono que cohabitaban en su interior, se atrevió a invitar a Gilberto a ir por un caldo para cenar. Gilberto, que rara vez tenía algo mejor que hacer que volver a su departamento, aceptó la invitación.
Afuera del Salón D'Angelo, a un lado de un pony con crin de arcoiris mal dibujado, dice un graffiti: "Lo último q' muere es la esperansa.... pero si hay un muerto, hay intriga, y la intriga es la llave a la felicidad de los pobres."

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lunes, 4 de septiembre de 2017

Goteras llenando goteros


A un lado es después en la linealidad del tiempo;
pero el tiempo no es lineal.
Por eso a un lado es ahora,
y a tu lado está el después.

hay un sordomudo rapado


Hablar rápido, ser más veloces que nuestros propios cerebros y nunca arrepentirnos de lo ya dicho para poder no ahogarse en la cascada que ahora es sobrevivir las ciudades. Ser ruidoso y violento, jamás pedir perdón, jamás un backspace, jamás lo jamás y siempre lo que siempre nos convenga. Ser absolutos para el poder. No dárselo ni a nuestros hijos, o mascotas, o esposos y esposas que nos amarran de la bazuca que somos de nacimiento. Escupir ofensas y actuar ofendido cuando las pitos, los vaginas, das gluten y anfetaminas sangrientas nos hagan sentir mal de lo que somos de viernes a domingo cuando no queremos ser lo que escogimos y padecimos hasta el jueves. Lloran las machas. Las putean también. Espinamos los suelos minados de países con deficiencias genéticas y jinéticas. Luego les donamos agua y sabemos que hemos visto a dios porque lo compartimos en cenas de lácteos impagables y cadáveres semi-extintos. Nos vamos a dormir hinchados. Arrastramos los pies por oscuros pasillos y vamos sujetándonos de pensamientos que luego embalsamamos en ataúdes de censura autofascista. Pasan las mañanas donde antes de abrir los ojos ya quisiéramos no haber, no tener, no ser, no merecer. Pasan las noches donde soñamos lo que fuimos de niños y un día de pubertad asfixiamos sádicamente en un charco para quedar bien con nuestros mejores amigos. Pasan con prisa las cosas. Pasan con un chingo de velocidad. Pasan y se dformaan y se transfrmaan en gola msá. Pasan las peores y mejores cosas. Nadie tiene el tiempo para notar que son la misma dos veces, dos lados, dos muertes, dos ojos, dos notas, dos dos, a dos y de dos, dos gotas de agua, una puerca y una limpia. Así, con el acelerador cerebral que estrenamos y estresamos hasta infartarnos de la alegría nos le prendemos fuego a nuestra reputación para homenajearnos a nosotros mismos y anotarnos en el máximo paredón de humo digital. Ahí morimos al calor de setenta cigarrillos. Nos entregamos a la exploración genética demandados, sin condón, con nuestros queridos hígados podridos y con el dulce sabor de la liberalidad que cubre la amargura que gotea del paladar por empeñarnos a razón de ideales plastificados, reciclables pero no reutilizables. El tufo no muere, ni se destruye, sólo sube de prisa y un día llueve de vuelta.