jueves, 24 de mayo de 2012

Canción de Cuna

Ahí va tu infancia,
cabalgando en rin de acero inoxidable.
El políticulero que le roba a tu abuelo
por proveer a su familia.
Qué pinche tranza.
La locura es un sello
para no pasar de largo
ante toda tu gentuza
que compró un sueño viejo de hojalata.
Hoy no fuiste, no cumpliste, te cagaste.
Se te olvido ponerte la corbata.
Pero ahí viene el sol.
Dándole la vuelta a tu vida cada día
regalandote la chance de volver a ser quien eras
antes de que te vendieras,
porque mami te lo dijo
cuando eras chiquito
y ahora que creciste
se estiró tu hueco interno;
que vacío y solitario,
te pide un buen consejo.

un abrazo.

un puñetazo.

Y tu sabes que lo que necesita es presión.
Sentir la obligación.
Para extrañar las cajetillas, la jaqueca, las pastillas y la amarga saliva para una rápida digestión.

Así se te olvida.
El rencor. La melancolía.

Que fuiste suicida.
Que se te olvidó...
Acabar con tu confusión.
Para olvidar que los caciques, los exnovios, las drogas y los microbios,
devoraron tu esperanza de que algún día serías grande,
se mearon en tu carta preferida a Santa Clós.

domingo, 20 de mayo de 2012

Tlacuache

Ojos cerrados y ya no importa.
Donde estás.
Qué hora es.
Quien has sido.
El fatigoso calor es la única señal de que hay vida.
Muelleo de cuerpo para convertir la banqueta en catre.
Habiendo tantos motivos para obtener dudas, ¿porqué preguntarse cómo es que los domingos se sienten tan domingos siempre?

miércoles, 16 de mayo de 2012

A tí

De todas las injurias que han hecho en tu contra.
¿Cuál como aquella que te hizo nacer?

Niña Ballena

Todo es más difícil estando en tierra para ella, todo menos cantar. La niña ballena, de ojos minúsculos y sonrisa de un centenar de dientes, es más diferente de lo que ella sabe. Para cualquiera que queda en esta isla resalta a primera vista. Tal vez, los más imprecisos, la ven con repudio al principio; pero todos terminan por ceder ante la tierna sonrisa.

Enfermedades las tenemos todos. Sin embargo, hay las que son más cómodas, más íntimas o más superficiales. La niña tiene el doble de problemas, los que acarrea de la vida submarina y los que le imponen los callejones angostos de esta ciudad inventada. Con el doble de problemas, viene el doble de virtudes. La niña no es la excepción.

Nuestro apetito, la forma tan bizarra que alcanza a tomar nuestro cuerpo -más en las coyunturas-, los recibimientos y las despedidas incómodas; de todo pedimos prestado para acomplejarnos de vez en vez. El complejo no es percatarnos de que nuestra dentadura es la más antiestética del barrio. El complejo es salir a la calle buscando que nadie en el barrio lo intuya.

A la niña ballena le sobran vertebras. Se nota desde el otro lado del patio. Su piel no es de este espacio; y si lo es, entonces no es de este tiempo. Así como el ronquidito que emite al dormir es una verificación de su radical extranjería respecto a esta costra terrestre. No obstante, lo primero que hace al abrir los ojitos es suspirar una sonrisa inquieta. Si me preguntan a mí, nada podría ir mejor con ese pijama tapizado de avionetas.

Con lo que le cuesta subirse a la silla para darle el desayuno muchos se desesperanzarían. Reconozco que a mí me era díficil aguantar la escena. Me pellizcaba el corazón de una manera cruel verla batallar. Hasta que me di cuenta que díficil es sólo falta de costumbre. Ella sigue madrugando todos los días ansiosa de mis reconocidos waffles y yo me tomo el tiempo de decorar la miel mientras ella escala el banco.

Yo ya no aguanto la enfermedad. Los carteles que ondean, desde el alcantarillado hasta las antenas de rescate, me tienen mareado. Las ronchas que brotan a partir de este viento acartonado tan moderno me esta robando los últimos ratos de sosiego*.

En esta temporada de dos soles, tal vez la última para mí, recapitulo al verla. Divago en el tiempo que me comí a bocanadas, en las apuestas que por suerte perdí, en las penumbras con las que alcance a fundirme en busca de respuestas y en los padecimientos que a cambio de mi energía me encomendaron nuevas preguntas.

Después de varias veces de volver a empezar me acabé dando cuenta que el objetivo final es justo ése: tener la oportunidad de arrancar de nuevo. Y ese mínimo porcentaje que se queda para el inédito primer round es la vida, son los amigos y es la suerte.

La niña ballena lleva ya varias etapas acá conmigo. Ya no le quedan más. No como niña, tal vez ni siquiera como ballena. Pero sí sé donde yo vuelva a dar un primer paso, algún gusto de ella quedará en mi paladar. Tal vez la tarea de entender que las enfermedades, más allá de ser incómodas u ocurrentes, siempre son la moneda para una virtud desconocida. Aquí, con tan pocas sombras para encubrise, las enfermedades inherentes a los cachalotes acaban por ser los deseos de las muchachas de rapiña.

Ideas como estas rondan mi cabeza últimamente. Será la fina nostalgia que indica la hora de partir. Sube un sol y baja el otro.

La niña canta más bello que nunca.

¿O seré yo?
Tal vez me equivoque.
Que soy tan sólo otro hombre pez el cual su único logro fue no haber caído en la trampa.


*Antes de que se postre sobre mí, el miedo a disiparme habiendo dejado tanto rastro en estas aguas. El mito cuenta que antes funcionaba al revés, los entes vivos se sentían más tranquilos de morir habiendo acentuado lo más que se pueda su pisada.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Grillete Aereodinámico

Extraño que no nos duela cuando sufrir juntos se había convertido en la forma más cómoda de participar en la vida del otro. Tu mirada, sinónimo de mi corazón, se siente heterogénea. Apuesto por una lágrima que salpique esta árida serenidad. Los silencios son recuerdos; y viceversa.

La vida no se terminó cuando te fuiste.
(Qué ganas de matarse)