martes, 26 de octubre de 2010

Corpus Corvus


En la cabeza de Tomek vive un cuervo. En la cabeza de Williem vive un cuervo. En la cabeza de Charlotte vive un cuervo. En la cabeza de Isabella vive un cuervo. En mi cabeza vive un cuervo.
Un cuervo que es libre. Un cuervo que en su andar jamás piensa si donde se para es mejor o peor para el o la rama. Un cuervo que hace ruido. Un cuervo que es tan negro por dentro como por fuera. Un cuervo que poco tiene que ver con el cráneo que lo rodea.
Y ni yo, ni nadie entiende porqué. Como porqué. Para qué. El cuervo es el que menos quiere entender. Tal vez por eso el que más entiende.
Se me atascan las ideas. El cuervo se ríe.
Sólo el que llega de negro combina con la oscuridad. El cuervo nos burla.
Y ni cabeza ni ave tienen razón de existir en un mundo donde el hambre y la esperanza permanecen a costa de todo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Bajo Cero


Mis fantasmas.
Mis encantos.
Mis asfixias.
Que nunca nacieron.
Que nada más no se mueren.
Revoluciones que aún no se pueden.
Herido de ideas.
Ansiando la bala.
En la vida incorrecta.
Claustrofobia en la sala.
No pude hablar.
No aprendí todos los idiomas.
Y me mato de añorar los problemas que no me afectan.

martes, 19 de octubre de 2010

And Ando


Seguirte y que me sigas.
Es instantáneamente épico.
Sobre todo cuando burlamos al círculo.

Hola y Adiós



Estábamos los dos por partir. Ya se había acabado la noche. Ella de un lado del cuarto y yo en mi esquina. Me acerqué a despedirme, más por morbo que por educación.
- Se me va el camión.- Insulso.
- Adiós.
Me ve fijamente a los ojos.
- Adiós.
No se mueve. Me apanico.
- ¿Todo bien?- Pregunto esperando no sé qué.
- Si, todo bien; pero adiós.
- Bien. Adiós.
Estoy girando hacia la puerta pero no puedo evitar regresar y seguir castigandome tratando de ver si se afecta al grado en el que yo me encuentro sin motivo aparente.
- ¿Todo bien verdad? Es que tu adiós sonó... ¿diferente?
- Lo es. Es un adiós, no una despedida.
Llega la presión en el pecho que venía esperando y no sé ni para qué la quería ni qué hacer con ella ahora que la siento. Sonrío a medias para disimular no sé qué, mi confusión al menos.
- No te preocupes. Esta mirada no busca crearte pesadillas, al contrario. Esta mirada es donde me despido de aparecer en tus sueños.
Se acomoda el pelo delicadamente.
- Me despido de estar ahí. De querer estar ahí. Tal vez hoy o mañana me cuele en tu noche, pero no será por mí. Será sólo el fantasma que quieres crear de lo que nunca existió. En todo este tiempo tuvimos la oportunidad de aparecer en acompañarnos en nuestros sueños. Y escogimos dejarla pasar. Tu y yo. Y no con poca intención. Más bien nos esforzamos por no tomarla. Así que por eso te estoy diciendo adiós. Porque si hubiéramos querido y si los días nos ayudaban tal vez tú ibas a ser el héroe de mis sueños. Tal vez te iba a proyectar todas las noches en mis ilusiones; mismas que construiríamos durante el día. Juntos. No sé que tanto tiempo nos hubiera durado esta ciudad. Tal vez poco. Creo que eventualmente habríamos acabado más cerca de tu gente. A mí no me atraen mucho todos estos. Y te hubiera convencido de que tuvieramos un gato. Al grado de que probablemente tu querrías tener más de uno; pero desde ya te aclaro que no, hubiera sido sólo uno. Creo que habríamos ido mucho al teatro. No sé porqué. Pero nos veo un poco más viejos, más tranquilos, saliendo del teatro. Y lo que más me intrigaba eran las mañanas. Si me hubieras curado de mi mal humor matutino. No sé qué pase en el futuro pero tal vez tú sí me hubieras podido ser más simpática en las mañanas.
La presión en mi pecho siente la fuerza del mar arroyándome ola por ola.
- No pasa nada. Es justo eso. No pasó nada. Nos pasó por enfrente y esperamos todo este tiempo para que se diluyera la emoción y ahora sólo quedan los hechos que nunca existieron. Y sin la ilusión esos momentos son sólo carga. Por eso digo adiós. Porque mientras te veo me despido de otro camino de tantos que nunca caminaré. Tu no quieres lo suficiente y yo no puedo, no hay nada de que lamentarnos.
Por un segundo dejo de sentir el golpe y lo veo todo más claro. Esbozo una leve sonrisa otra vez.
- Adiós.
Ella sonríe con los ojos.
- Adiós buen hombre.
Me volteó y de ahí a la puerta se convierte una eternidad. La borrasca no me deja ni pensar. Cuando cierro la manija detrás de mi vuelvo a escuchar a las gaviotas. Nadie podría notar debajo de esta camisa lo que acabo de envejecer. Todavía no sé el porqué, pero no me arrepiento.