viernes, 30 de junio de 2017

olvídame ya muerto


Me disciplino a la idea de volver; brisas de aferre, bruma de aberración. Como un prófugo animal de cautiverio que no por querer la salvaje libertad la tiene. Lo traicionan las malas prácticas y la comida fácil. Así mi maña por ser infeliz, costra inmadura que arranco de madrugada para entintar con una minúscula y patética gota de pintura acrílica.
No por querer saber, se sabe querer lo que se aprende. Yo recién aprendí que a la velocidad de la luz también viajan las sombras. Ahora querer olvidar lo que bien se sabe, no es más que una pataleta homicida.
El escarnio sofoca como calor de media noche. Al vano animal se le ocurrió extrañar, praxis de violencia autoteledirigida.

clavos y yugos


En un lugar donde nadie podría confirmar si alguna vez hubo algo, llovieron tachuelas. Tantas que se hicieron caudal y se las llevó el río. Infantil y olvidadizo, la boca sabor óxido fue lo único que me quedó como una apelación a recordar el suceso. No me gusta la comida sabrosa por eso, porque la sazón es un parche a lo desaparecido, a lo nunca-obtenido.
Igual hoy ya nadie habla de ello. Todos traen prisa. Corren para alejarse del pasado estorboso pero sin confiar en el futuro. Avanzan de puntitas sin rumbo, en un prado interminable, pero mantienen el equilibrio en los dedos como si estuvieran por caer de un risco. Los veo y me fatigo con ellos. Voy creyendo que dependemos de los obstáculos para des-responsabilizarnos del vacío que existiría entre nosotros sin ellos.
Ahora es época de sequía, ni agua, ni tachuelas, ni peso, ni raíz. El miedo a El final son las ganas de no querer reconocer que aquí ya no hay nada. Desobligada población flotante que ni se va, ni se muere, ni se transforma, ni se quiere.
Entrego mi espalda para no dársela a los demás. No me voy pero si me muevo. Despliego como halcón y cual coa, me entierro. Y si algún día soy grande, pretendo ser tatuaje.

*nos


No sabes cuánto me desespera que gran parte de este dolor sea opcional.
Soy migajas de tiburón. Soy huérfano de mis deseos más oscuros.

El frío sólo importa en el calor. El sudor mojado nada en la misma ola, pura y asquerosa.

De noche, faros antiniebla fusilan en curvas a cruces que solo quieren dormir una puta noche en paz, sin viajeros, ni visitas, ni accidentes incongruentes.

La tropa duerme. La bocina susurra. Entonces suena al fondo de cada canción un minúsculo desgarre por querer luchar siempre más y a la vez desear tanto que termine la función en este preciso momento.

En lunas nuevas (desamparantes) respiran las dudas sobre la inversión de los papeles y qué tanto debiera enfurecer para hacer lo que tú por mí haces desde un más lejos.

Hay que saber ahogarse con un vaso de agua.
Hay que saber hacer de una cortada de papel una incisión irremediable.
Hay que saber caer bien para romperse el cuello.
Hay que saber ver al espejo en el momento correcto.

Sólo así seguir de frente se vuelve algo intencional.

Si no es hacia el barranco no es galope.
Si no es a cañón cargado no es apuesta.
Si no tiene colmillos, cuernos o garras, no es tu amigo.

Hay que saber decir pudiendo morir quiero seguir vivo.

Pero hoy no, que no quiero.

Pasada esta negra lija, habré de aventarme, vengarme y reinventarme, para que sigamos siendo del orden, viejos desconocidos.

heredero


Queda el vestigio grungero en el adulto; de esos ya formados. No es padre de familia, pero ya lo es; tal vez siempre lo fue. Contra su voluntad, lleva el medallón de la incuestionable responsabilidad en la solapa. Podría el hambre cazadora ser su bandera, pero igualmente podría ser justo lo opuesto: una ascética disciplina al sacrifico, al privar al cuerpo de toda nutrición. Lo que sea que fuera, es alguien con brújula. Lo delata el ceño fruncido: alerta al camino, pendiente de olas revoltosas. Habla poco, para que hablar más, de más y por los demás.
La garra autoritaria se sacude, aburrida de falta de zarpazo. En su cabeza navega la añoranza; pero él sabe que son deseos incongruentes, que atraen hacia algo que no debe ni merece ser vivido dos veces. Hay algo de atleta en su tono muscular, pero se diluye entre otros rasgos consecuentes de un poderío físico no trabajado, más bien regalado, como de antigua realeza.
Se frota la barba como sólo alguien que ha leído lo suficiente lo haría. Al mismo tiempo, su sentado es más bien campirano, como un pastor recién jubilado por sus escasas ovejas.
No me parece necesario decirlo pero para muchos es obligatorio etiquetarle como misterioso. Esa niebla genera atracción al estar espolvoreada con migas que exigen miedo. Eso que no se ve, asegura potencial de quien sin pretenderlo lo exhala.
Un hombre misterioso de su propio misterio que no se entiende a sí mismo para aclarar a los demás.

Lo digo yo que con este pobre acomodo de letras lo entiendo a él y me desacomodo a mí mismo; como tributo a la brújula -mi misterio-.

ansia y oda


Luz rota, rompida,
con sombra supurante
y el rayo menguante,
ya ni corta, ni silencia,
ni se desliza a tu alcoba.

Fue el antes quien torció el brillo.
La confusión enmudeció
a la velocidad del relámpago,
impuntual de mí mismo.
Extrañamos todos a un desconocido.

Un arbusto de medianoche
irresponsable y maldito;
sueños moteados, felinoss
anticipan la caótica comezón
Que nunca se ha ido.

lunes, 26 de junio de 2017

la marmita


Llevamos milenios sentados frente al fuego a la disposición de los mejores narradores. Desde pequeños levantando el oído con añoranza. Aún ellos, de lo poco que han tenido, ya han perdido una parte. Es crecer. Es querer querer. Es luchar y es ver morir. Es el cuento más viejo de todos: el extrañarte.

domingo, 25 de junio de 2017

iei


Me da pena saber el gusto que te da lo que a los dos nos quita.

ultravioleta


Nadie dice lo que piensa cuando habla, mucho menos cuando tiene tiempo para actuarlo, escribirlo, dibujarlo.

Safena todos


Sus pasos tatuaron pavimento, arcilla, arena, tierra y lodo. Avanzó por cada terreno hasta quemar sus plantas. Mientras, el sol cocinaba su calva, convirtiéndolo en un emparedado de combustión. Todo lo que el había sido era muy pesado para cargarse en un recorrido tan largo, así que fue dejando sus atributos. Los colocaba con cariño, adornado piedras y cactáceas; inventando pequeños altares que sólo otros igual que él visitan. Se fue desarmando de ideas, antojos, romances y recuerdos, atesorando sólo los que cupieran en un cálido recoveco de su tórax. Ya era irreconocible para los de casa y para los que lo esperaban en otras cuatro paredes aún sin nombre cuando la silueta liviana vio un obsoleto letrero. Ilegible por el óxido, ese punto en el mapa no significaba nada para alguien que no fuera un peregrino, apenas a la mitad del trayecto. Antes de llegar casi muere en un par de ocaciones, pero tales infortunios significan nada si a raíz de ellos uno vive o uno muere. Pasaron días y estrelladas noches, para tantos millones en su hogar y para el en ese barranco de extremo calor y venenoso frío.

Caminó hasta que dejaron de entender su nombre. Cuando dejó de caminar, ya era migrante.

sábado, 24 de junio de 2017

.-.


Arrebatóme
yo mismo
de mi.

martes, 13 de junio de 2017

Tu puerta


Quedan diez minutos y tengo que decir la verdad. ¿Pero cómo? No es posible exprimirse a sí mismo, mucho menos ante la amenaza de la llegada de la oscuridad absoluta. Ahí viene el sueño obligado, la pausa al monólogo con el que construyo peldaños hacia esa altísima puerta por la que te fuiste. Quedan ocho minutos y mi propio pecho me empuja contra la pared. Las puertas por las que salieron otros maestros se han ido haciendo invisibles y ahora si bien no lastiman, también guardan menos verdades que tu puerta. De ahí mi miedo a que me vuelvan a dormir, a que me pidan una vez más ser normal. Todos en dos patas, queriendo alejarse del cielo; los odiábamos tanto en mutuo silencio...
Quiero partir un segundo con una tajante franqueza, algo que sea irrebatiblemente mío para poderlo regalar sin miedo y sin deudas. Luego me acuerdo de las risas que tal deseo te ocasionaba y quizás esa poca prisa y dispersa ambición fue la escalera de caracol a tu entrada que hoy es mi imposible salida.
Decir la definitiva verdad es morir y me arrepiento de no habértelo dicho antes, para que esta discusión fuera mía y para que todo lo que me dejaste fuera lo poco que yo construí tuyo.
Queda un minuto. Será largo, de insomonio, de quien no sabe cómo parar pero a la vez se aburre de estar tan solo. Aquí es donde me servías de este lado. Aquí es donde miro tu puerta y aún con el tiempo congelado, me hago más viejo y más pequeño.
Otro día que sin decir mentiras, no logro decir la verdad.