miércoles, 28 de septiembre de 2016

El pasto del desierto


El muy bastardo vendía reguladores de energía pero ponía la alarma a las cuatro para cambiarse a la otra cama del cuarto de hotel. En casa, con los audífonos puestos, leía el periódico mientras desayunaba a bordo de una bicicleta estática. Se sentaba las horas frente a su pintura favorita y fingía ver el teléfono para oír a los distintos guías turísticos explicar la obra. Jamás abandonó un comedor sin pedir que le llenaran el thermo de café, pero en ocasiones lo hizo con el fin de regar las bugambilias del balcón. Y siempre, al volver de sus viajes de negocios, tenía sexo con su mujer.
Segundos antes de venirse, intentaba abarcarla. Con ambas manos repasaba las piernas, el culo, la melena y las tetas con harta prisa y nula pasión; para no desaprovechar

Solidaria Soledad de Tres Singulares Solovinos


Tejimos de nuestro inagotable y resistente vacío nuestra solidaridad, algo nuevo qué mostrar al resto: una mampara en la cual escondernos juntos y a solas al mismo tiempo por siempre.

A oveja de lobo, enemigo de oro


Desierto
Despierto

de lobo
a oveja

Despierto
cansado

Conmigo
Enemigo

de oro
la reja

Valentía Alsheimer


Se te olvidó regresar de una ducha a oscuras en un motel de Ciudad Cuauhtémoc. Entraste con un hedor a genital y chisme ajeno. Te quisiste ahogar en la oscuridad pero el miedo a la indefendibilidad te obligó a regresar al seco calor nocturno de una tierra que sin saber reconocer tu nombre, te pasa lista.
Reconoces que disfrutas sentir la culpa ajena. Cargar con lo que no es tuyo te permite creerte más ligero. Por eso huyes de las caras para encontrar sus sombras. Es este cristianismo industrial que niegas y a la vez añoras.
Te repites en callejones craneales tus ideas más dolorosas. Te laceras hasta esquivar el insomnio. Revisas minuciosamente, como quien busca un pelo en un guiso, las etiquetas de todo aquello que te genera terror. Narras en un ficticio muro de lamentos tus grandes arrepentimientos hasta quedarte sin tinta, ni aliento.
Tus noches se dividen entre las que te idiotizas rodeado de personas y las que persigues la veleidosa soledad verdadera [con el fin de enorgullecerte porque a ti, el rencor nunca te alcanzó]. Sin embargo ya estás muy viejo como para obviar que todas las emociones corren en cualquier torrente sanguíneo. Somos esa totalidad. Y te sorprendes porque sabes que si no reconoces ese resentimiento hacia alguien más, es porque debe estar enfilado hacia ti mismo. Eres como un hombre lobo que no se perdona tal salvajismo.
Te escondes las medicinas. Has aprendido a quererte enfermo y tu salud siempre ha sabido traicionar tu confianza y huir de día para volver rogando de madrugada; cuando el daño ya se ha instalado.
Afuera de esta habitación pareciera que las amenazas más sencillas, menos intencionadas. Aquí, tan cerca y tan lejos de la puerta, empantanado en una droga imposible de ilegalizar y lejos de ser mercadeable, todo tiene una ambigüedad inverosímil y certera.
Eres el cableado de un error en el sistema. Por eso el vapor no te deja rastrearte en el espejo.
Y no sabes si hace tiempo no te oyes o ya no suenas.
Y sabes que hace tiempo no te oyes.
Ya no sueñas.

de igual a parecido


El mismo día que perdí el dedo meñique limpiando la licuadora, me regalaron el unplugged de nirvana y en una siesta a escondidas de mis patrones se me aparecieron todos mis muertos para reclamarme que lo no los llevara siempre conmigo.
Lo que no me acuerdo es de todo eso, qué pasó primero y qué pasó después.

Hay veces que veo los maizales y sólo pienso en entrar ahí para ya nunca regresar


Le dispararon a un taxista a medio embotellamiento. El pasajero no dejaba de gritar. Era un chico de unos quince años, con frenos en los dientes y un irregular bigote jamás rasurado; un ser humano que ni acababa de salir del horno y ya se había tatemado con las brasas de la pálida muerte.
Muchos corrieron a ayudar. Muchos otros, ya vacunados de violencia callejera, nada más veían con algo de curiosidad y mucha indiferencia el parabrisas salpicado de rojo.
A estos días ya no se les quita el dejo a nocturno. A la gente de aquí se le han ido quedando las sombras en la mirada. Se auguran cambios irrelevantes para el futuro próximo. Ahora nos toca planchar estas soleadas noches sonámbulas que van desparramándose en el olvidadizo inconsciente de un planeta pinchado.

jueves, 15 de septiembre de 2016

xxxM


Era un reloj de arena con un piso inferior de selva y uno por encima que tenía un desierto que se escurría desde su epicentro perpetuamente. Las nubes se fueron llenando de polvo. Se estancó el olor a muerto. Y donde un cambio de dirección en las manecillas podría haber significado la salvación, más bien ahora era un sabotaje de un dueño sin certificado ni testamento.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Zurcido Invisible


Después de meses de derramarse a sí mismo en llanto, borracheras, gritos sofocados y agresiones inútiles a paredes absueltas, se silenció. Nunca la respiración de un ser vivo le había sido tan genuina, tan evidente.
Un gorrión lo mira desde una frágil rama que poco se mueve. Entra el aire y sale. Entra y sale. Con la misma facilidad que su madre le ataba las agujetas de niño, el aire va tejiendo entre ambos pulmones que brotan y colapsan sin prisa, una costura de viento que mantiene de cerca la pedacería de un cuerpo que se hizo extraño a sí mismo.
Rescatado por la estrecha aguja que le sopla al corazón el permiso de seguir siendo, siente por vez primera en todo este tiempo, como los segundos del presente entran y salen de su tronco. Entran y salen. Entran y salen.

viernes, 2 de septiembre de 2016

interno


Usar porque tras porque para explicar…
No usar pensó, soy, estoy, recordó
en lo binario todo y nada funciona,
en la interpretación no existe la verdad,
tampoco la confusión de sus intenciones.
Mal usar el idioma
para llamar la atención
y avispar creatividad.

todos nosotros


Nos dan asco las otras personas. Repelemos el sentarnos en el mismo escusado que alguien más, el acostarnos en la cama de hotel donde durmió alguien más, el tocar un cubierto que ha sido usado por alguien más.
Nos dan asco los demás y lo único que podría empezar a nivelar las cosas es si empezamos a darnos asco nosotros.
Empieza por las partes obvias: tus genitales y su peligrosa proximidad al ano o la amarillenta cornisa de las uñas de tus pies. Las partes con sombra siempre son fértiles para las sustancias que te parecen ajenas: el ombligo, los oídos y el hueco que hay entre tus encías y la parte interior de tu cara. Una vez localizados estos mugrosos y húmedos elementos *a menos que haya costras, que s-i-e-m-p-r-e funcionan*; hazlos tuyos. Tú eres ellos. No son polizones a bordo de tu inmaculado cuerpo. En el planeta hay siete billones de contenedores de caca y bilis con patas, Tú eres uno de ellos. Si la flexibilidad lo permite, muerde, lame y olisquea todo aquello que no te invita a hacerlo. Si no cuentas con esa elasticidad, al menos recuerda que los nudos de grasa enmarañados entre tus músculos es lo que impide que te alcances a ti mismo (si es por osteoporosis, aún mejor).
Haz terapias quincenales de encerrarte en el baño, explorar la basura que tú solo generaste y estudia a conciencia las escamas que abandonas en el colchón y la almohada, día tras noche. Aquella imagen de militares apilando cadáveres al balancearlos de sus manos y pies para hacer llegar más lejos el bulto... eso eres tú cada segundo que estás dormido, tirando todo lo que estorba, sin apego, sin sensibilidad alguna, con todo el derecho a no respetar algo que aún muerto, se aferra a un ser superior.
Tal vez mañana logres genuinamente ser repugnante para ti. No porque estés pasado de peso o demasiado pálida o tengas lunares descomunales o senos de mandril, sino porque tú, en tu estado natural, con o sin aquellos defectos, aún con una larga lista de mejoras físicas y espirituales, das asco. A ti y a los demás. Y que lo tengas bien claro, es -meramente- la primer ventaja.