lunes, 27 de febrero de 2017

bastaría y bastará


No se cambia uno mismo, se cosecha un nuevo otro.

Espigas pacientes


¿De dónde eres? ¿De dónde eres? ¿A dónde miras cuando estas solo? ¿El viento te lleva o te aleja de ti?

¿De dónde? De ahí donde más fuerte y más débil eres.
¿De dónde? De ahí donde sin saber, extrañas;
de una tierra que sin tenerte en frente, sabe bien de ti.

¿De dónde eres y qué te hermana?
¿De dónde eres y a qué suena la sangre que ebulle y emana desde ahí?

De donde eres no lo aprendes porque ya lo sabes. Es polvo pariente, cabecera placentera, ruido que no espanta.
Es un terreno sin dudas que turben la calma.

¿De dónde eres? ¿De dónde eres? De ahí donde también por las tardes, te queda ser feliz.

viernes, 24 de febrero de 2017

federalicioso


Cansado de la cama me moví al piso. Sediento de sangre ahora me como mis propios mosquitos. Indignado de la falta de ritmo en la sobremesa inicié un murmullo al oído de diferentes comensales en coplas de agua y bolillo. Orgulloso de ser de este lado del mundo, bailo en el metro, en el baño y desde hace un año, cuando resulto oportuno. Ansioso de saber qué hacer con mi alma, leo mientras como, para saciar mi apetito. Satisfecho de haber sacado estas letras que se amontonaban en el cursor de mi cabeza, ya me despido.

el error nunca es blanco o negro, el error es gris siempre


El 'Hora' es una mierda de persona. Sin embargo, es muy simpático. No hay quien lo tope de más de tres ocasiones y no haya sido testigo de un acto donde el 'Hora' abuse de las circunstancias y haga una broma al respecto. La vida pone a todos en su sitio, y el del 'Hora' es un lugar sumamente bien posicionado bajo la jerarquía actual. Los que trabajan para él, los que leen sobre su vida en periódicos y pantallas, hasta sus víctimas, le tienen envidia. Al 'Hora' se le perdonan sus fechorías bajo los mismos principios que se le exoneran sus travesuras a un niño. "Es que es simpatiquísimo" dicen absolutamente todas las mujeres que lo conocen. *Que además, serían las únicas que realmente podrían reprimirlo ya que el 'Hora' tiene una grave debilidad por ellas. No obstante, todas se encargan de ponerse en una situación aún más frágil de la que él parte. Invariablemente acaban deshonradas en una laguna de despecho en la cual, aún ahogándose, piden comprensión para el buen 'Hora' -"que quiere querer aunque no sabe cómo"-.
Chisteaba mi compadre que el Hora es capaz de, cuando le llegue el momento, convencer a la muerte de morir ella en vez de él. Eso no es cierto. Sin la muerte rondando por ahí, todos viviríamos para siempre; un deseo común entre los vivos.
El 'Hora' nada más por joder, se moriría para quitarnos tal gusto. El 'Hora' es una mierda de persona.

jueves, 23 de febrero de 2017

no tener ciertas cosas es gratis


Salí de la cantina, hora y media después de haber acabado el partido así que tampoco iba tan borracho. Aún traía el pantalón y la camisa de la oficina y encima, la bufanda rojiblanca del bicampeonato del 97. Crucé la avenida con cuidado y al llegar a la esquina, a tres cuadras de mi casa, vi mi coche. Mismo todo: placas, color y abolladura en la defensa trasera. Igual me acerqué para estar seguro. Adentro, naturalmente, había ya otras cosas. No había encontrado ningún rasgo que sentenciara mi sospechas cuando se acercó un hombre alto. Tenía pinta de trabajar en algún restaurant de la cuadra. Atrás suyo estaba una mujer mayor con cara asustada.
- Disculpe, ¿qué necesita? - Me dijo.
- No, nada, todo bien, gracias.
- ¿Seguro?
- Sí, seguro.
Volví a recargarme en la ventana haciendo sombra ambas manos para ver con más claridad. El tablero era igual, pero bueno, también cualquiera de aquel modelo sería idéntico.
- Disculpe.
- Está borracho. - Le secreteó ella a el.
- No se preocupe, es mi auto. - Afirmé.
La señora intervino:
- Claro que no.
Caí en cuenta en el malentendido que seguramente ella estaría ocasionando. Me acomodé la camiseta y luego carraspée, un preludio básico a la exposición de la situación.
- Creo que ya entendí. Verán este auto es mío.
- ¡Claro que no!
Hice una pausa, molesto por su interrupción.
- Señora, por favor, guarde silencio un minuto.
- ¡Ey! No le faltes al respeto cabrón.
- Si el que me está faltando al respeto eres tú cabrón.
- Bájale flaco.
- Éste es mi auto.
- ¡Ése es mi auto!
- No.
- ¡Claro que sí! - Grité.
Respire hondo y con las palmas de mis manos empujé el aire de violencia que había entre los tres.
- Este auto me fue robado.
- ¿Cuando? - Me preguntó el defensor de la señora. Su duda era la oportunidad de pasarlo a mi bando.
- El año pasado, a unas cuadras de aquí. Tu trabajas por acá ¿no? ¿No recuerdas el escándalo del Charlatán del Rin?
- No.
- ¿Cómo no?
- ¿El Falso Llantero?
- Ése, ése.
- Ahí fue cuando me lo robaron.
El hombre volteó a ver a la señora, que intentaba esconderse detrás de su suéter bordado.
- Yo lo tengo desde antes.
- ¡Híjole, no! Si a usted le vendieron un coche robado es una tristeza pero no sea rebaje al nivel del ratero señora.
- ¡Que no le falte el respeto le estoy diciendo!
- ¿De cuando acá es una grosería decirle mentirosa a quien dice mentiras?
No vi venir jamás la cachetada con la cual el imbécil me empujó de regreso al coche. La alarma del auto se soltó de inmediato.
- ¡¿Qué haces pendejo?!
Segunda cachetada a mi mermado equilibrio y me voy al suelo.
- Esa es mi alarma. - Les explico.
Se acerca un valet parking a nuestra conversación.
- ¿Todo bien Memo?
- Aquí nada más calmando al borracho que le está faltando el respeto a la señora.
- Otro pinche mentiroso.
- Bájale te estoy diciendo flaco.
Acompaña su amenaza alzando el brazo. Doy un paso hacia atrás. Se me quedan viendo los tres sin saber qué hacer; como si de verdad me hubiera escapado del zoológico. Bromeo con un amague de patada y me río.
Puñetazo al ojo y vuelo medio metro hacia atrás.
- ¡Pendejo!
Se me dejan venir los dos al mismo tiempo y me agarran a patadas. La señora grita como si la pateada fuera ella.
- Pinche borracho hampón, vas a ver.
- Aquí cuidamos a los nuestros. - Afirma el valet parking.
- Pendejo vivo a dos cuadras, te estacionas en mi cochera maldito aprovechado.
Entre las patadas veo al estampa con el escudo rojiblanco en la cajuela.
- ¡Miren idiotas! Pongo la bufanda a un lado del escudo.
Cesan las patadas.
- ¡Órale, ábrete briago!
Me ponen de pie y a empujones me alejan de ahí.
- ¡Señora! ¡Devuélvame mi coche!
- ¡Sáquese ebrio! - Mientras me arrojan a la calle aledaña.
Varios metros atrás, ella arranca el auto y se aleja. En el momento donde el coche se deja de ver al dar vuelta en la avenida, nosotros tres nos volvemos irrelevantes unos a los otros. Me dejan de agredir y yo sigo caminando a casa. La ropa puerca y la bufanda rota carajo, la del 97.
Azotó la puerta y entró a la cocina. Por inercia abro el refri. Sacó una cerveza y me desplomó en la mesa.
En esta ciudad es peor ser borracho que mentiroso.

De los distraídos a los desigualados


La cabeza es direccionable. Cuando se piensa en los actos ‘de buena persona’ salen a relucir los mejores. Y se saborean. Cuando se piensa en los errores, se proyecta un catálogo de pifias en el techo de su cráneo. Y se sufre.

Por eso los normales se consideran más buenos que normales, porque basta entrar de vez en cuando al almacén de las propias bondades para irse a dormir tranquilo.

Y la cabeza es, y sigue siendo, direcccionable. Cuando un hombre imagina hacer una acción ‘de buena persona’, cae en cuenta que a la mano, todos los días, a prácticamente cualquier hora y desde enemil espacios, uno tiene la oportunidad de llevar a cabo tal obra. Eso sin embargo lo practican los menos; no por egoístas sino por distraídos.

Ahora en el mundo hay tantos destellos, tantas pantallas, tantos pendientes, tantos eventos, tantas prisas, tantos futuros y tantos pasados que resulta fácil no pensar en los tantos problemas que tienen tantos más. Así se presta ahora la vida.

Y la cabeza del hombre siempre ha sido direccionable. Por eso los de antes eran igual y los de mañana serán parecidos, porque siempre ha habido quien dirige su atención y a quien, sin querer dejar de ser cierto tipo de persona, se maneja en neutral.

Pero dar igual y dar lo mismo no es lo mismo que desigualar. Hay que sumar, restar y malabarear para que la cosa no siga siendo igual que para muchos es demasiado diferente. No hay barco que llegue a puerto alguno con el timón suelto. No hay omisión que disculpe un naufragio al respeto.

Uno no es traído al mundo nada más para disfrutar y desaparecer sino para que en cada oportunidad, uno pueda regalar una dirigida diferencia al día de alguien más.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Enderézate aunque nadie te vea


Nacido en América pero de innegables facciones japonesas, un pobre tipo se abraza a un poste. Por supuesto que está envenenado en mezcal; sin embargo nadie se preocupa por el dado que no morirá, no hoy o al menos no de haber bebido. El poste lo acompaña pero a la vez lo denuncia. Dos niñas indígenas se ríen de el desde la contraesquina. Quienes se ven obligados a esquivarlo en la acera se indignan, como si de verdad no fueran saliendo de un bar pasada la media noche. La cámara se aferra a su lánguido pecho. Quien no lo conoce asumiría que es un turista, sin embargo es un antropólogo que conoce a la perfección la tierra que lo rodea. Simplemente tiene un gusto particular por las camisas estampadas con gaviotas y copas martineras. Su singularidad lo vuelve inolvidable al primer encuentro. No dudo que también eso mismo le haya sido una ventaja en su carrera. Lo que hoy me absorbe en esta reflexión de cigarro culposo -dejé de fumar hace seis años y sigo fumando-, es que eso que es chusco para el resto es la vida de Kazuo. Desde mi mostrador veo como lo tratan diferente, por tratarse de un hombre con sombra de unicornio. Muchos vuelven a él por lo mismo, para revivir esa excentricidad que se genera en el interior de quien comparte la mesa de madera de la taberna con el por una noche. Todos vuelven, pero nadie se queda -sería cansado aguantar las miradas eternamente-. Me pregunto si él percibe todo esto. Llevo ya casi una década de conocerlo y precisamente nuestra buena relación es el contrapeso por el cual no podría hacerle una pregunta así. Sería exponerme como un Otro, uno 'de ellos', 'los verdaderos turistas'.
Caigo en cuenta que quizás lo entiendo más de lo que creo. Tengo una condición que deforma mis testículos al grado que los convierte en un cuerpo amorfo, irreconocible de lo que supone ser. En el pasado, las mujeres se sintieron engañadas de no ser informadas de esto. Siempre acabé largándolas a gritos de mi casa, cuestionando si era sensato creer posible hacer aclaración tan increíble en cualquier primer encuentro.
Tal vez por eso Kazuo y yo somos amigos, porque sin que salga a la luz, nos acompañamos en nuestra obligada soledad. Quizás todas las amistades, inclusive relaciones tan íntimas como las parejas, parten de esas condiciones equivalentes que no podemos hablar con nadie más que con nosotros mismos.

azur irreconciliable


Cambia todas tus contraseñas y no anotes pistas para recordármenos.
Huye del ahorita, despójate del presente que tanto pesa a los que lo tienen (presente)
Apunta en paredes falsas que todo lo que no es coito es egoísmo,
todo lo que es público es genocida, todo a lo que suena la imaginación.

Corre, corre lejos de mí. Hazte, hazte bastardo de aquí.
Miente, niega que fuimos algo de verdad.
Come, devora los mitos de otra sociedad.

Desacomoda las piedras de un terreno baldío.
Roba basura y regalala a un desprotegido.
Escribe con faltas de ortografía de los demás.
Anota tu nombre en donde has de mear.

Duerme, duerme de día y no prestes las noches inhabitadas por nuestros planes fallidos.
Rompe las fotos y mata mosquitos y vete de hoy dejando la luz prendida.
No caigas en tentaciones de poetas suicidas
[que por hablar bonito se dejan querer por su cobardía].

Una tarde azul de muelles, gavinas y tibias cervezas,
déjate acariciar por el fleco del irreconocible pasado
llévalo al cuarto, empáñalo y haz que despierte otra vez solo sin rastro tuyo.

jueves, 2 de febrero de 2017

Pesadillas optimistas


Ni lo malo es tan bueno como unos piensan, ni lo bueno es tan malo como otros dicen.