miércoles, 27 de julio de 2016

Gh


Le exigimos muy poco a nuestro dios.

Un llavero eterno


Nadie elige a su trastorno; sin embargo, queda la sensación de que el sí ha escogido a quien lo lleva, lo carga, lo arrastra y lo baila. Flanqueados por el enrejado blanco, un montón de uniformados se entretienen con actividades corrientes dejando que los días se escurran mientras imaginan que lo innombrable se compone. A diferencia del resto, el sí estaba al tanto de su demencia; cosa que lo hacía el menos fiable de todos.

lunes, 25 de julio de 2016

Hinchar no es henchir y la razón es el vacío


Como suele ser, poco tuvo que ver el haberse quedado callado con el no decir nada de su padre; que se arrepintió por siglos, aún ya muerto.

a una macana de distancia


Pareciera que el uniforme se inventó para desconfiar del joven, del pobre, del extraño. Pareciera que ellos, sonriendo o sospechando de vuelta, quieren ganar -evitar el conflicto- así, sin cruzar caminos, sin tener que someterse o dejando el orgullo intacto; por una noche en alguna marrana celda de la ciudad. Pareciera que el crimen es quien lo hace. Y que la angustia, el miedo o el cada-vez-más eterno aborrecimiento es irrelevante a quien le es emanado. En estas calles atiborradas hay cristales que cortan el aliento todo el tiempo. Falta dinero o sobra desigualdad, pero no hay suficiente de alguna cosa que ya no sabemos qué es. Pareciera que el mérito es de quien entiende y perdona, aún cuando ello signifique traicionar el escudo que les da vida, razón de ser. En cada callejón se esconde un tapete invisible que los separa del piso que caminan en sus días libres. Pareciera que hay quien cotiza en la desconfianza y su opulencia es la miseria encarnada y hambriada en este rincón del mundo.

domingo, 24 de julio de 2016

Una historia doblada


Todos los domingos, a solas, Marie cena rencor. Lo masca sin prisa. Rumía venganzas que nunca hace y que, según su hermano Robert, nunca hará. El sabe de estas cenas. El sabe del veneno que esconde Marie. El cree, después de cuarenta y seis años de conocerla, que ese veneno a la única que está matando es a su hermana. No intenta curarla. Eso solo lo enlista en las personas que el domingo por la noche Marie recuerda. Robert, por su vida y la de su hermana, la deja cenar a solas al cierre de cada semana.
El martes por la mañana, en el periódico, ha salido la nota. Marie F. asesinó a una madre y sus dos hijos. Robert tira el periódico a la basura y se va al trabajo. De camino para en una cafetería. Entra y se sienta en el taburete de siempre, a solas. Robert, todos los martes, almuerza indiferencia.

miércoles, 20 de julio de 2016

Mucha gente tiene suerte


Mi mamá se murió en un viaje a la India cuando yo tenía nueve años. Gracias a mi papá, a una entramada conspiración familiar y creo que a un don natural por las mentiras, yo me enteré que había muerto hasta que cumplí once. Luego por diez años no se lo compartí a nadie que no fuera Lei, mi vecino. A los quince, sin darme cuenta, empezó a fluir el rencor; como una llave de agua que queda abierta mientras su dueño se va de vacaciones. De los dieciséis a los veintidós no le dirigí la palabra a mi padre. Cuando lo vi, ni siquiera fue mi decisión. Fue el funeral de mi tía, al cual sí fui requerido, lo que nos obligó a vernos de nuevo. Después pasó otro año antes de que yo levantara el teléfono para marcarle.
Le expliqué que había llegado a la conclusión de lo que es la suerte. Es que aparezca con claridad cualquier emoción o sentimiento y que suceda libre de todo ingrediente dañino. Es la alegría sin el remordimiento o la generosidad sin la preocupación. Inclusive la rabia exenta la culpa es algo afortunado.
Su deseo por protección privatizó algo que no le pertenecía. Mi justificado enojo siempre fue ingrato y simplista. Al final la responsable de haber atrincherado las navidades fue mi madre, que nada tenía que haber estado haciendo en la India; yo creo.
Los números, el tiempo y la suerte son arenosos y por tanto, solubles. Lo otro, lo de bien adentro, eso es el saldo macizo de todo lo que acaba por soltar ínfimas piedritas en cualquier pasillo o asiento. Y algún día, quizás en la India, quede un zurcido invisible a la merced de un apasionado antropólogo o de un peatón con suerte.

martes, 19 de julio de 2016

madera vieja


Que suene la puerta; que ladre el perro; que te des cuenta que ya no hay otro piso por subir y esconderte (más); que suene el eterno tráfico capitalino, capaz de sofocar cualquier grito; que no sepas si es de verdad o si es todo una muchomuy muchomuymuy vengativa broma; que pases amarga saliva; que busques con la mirada con que te defenderías; que recuerdes tus malas decisiones; que tus impulsos por encabronarte se diluyan en la gélida sangre que recorre tu flácido pecho; que escuches cómo tus uñas rasgan tu barba en busca de respuestas; que te enteres que rogar es la única herramienta a la mano que tienes; que tus piernas compriman tus invisibles huevos; que mires a la pantalla en la mesa y la culpes por distraerte tantos años de haber sentido verdadero coraje; que te irrite el silencio al tiempo que te incomodan las pisadas ajenas; que te sientas solo, tu fraccionada alma aislada en egapack de cualquier otro ser; que te sea fácil calcular el poco dinero que tienes qué ofrecer para comprar una salida; que sepas, que sepas bien y que nunca se te olvide, que en tu caso, la responsabilidad, la culpa y el abandono ruedan del mismo balín que suena por el pasillo.

lunes, 18 de julio de 2016

un lugar


matear a los incorrectos en noumbre del dios debido llenera vaxíos más grandes capaceis de devourar mah.

martes, 12 de julio de 2016

mucho de horror


Tenía la sombra más especial que cualquiera haya visto...