sábado, 15 de enero de 2011

La Serpiente


El dulce veneno.
La ponzoña que se escurre por la orilla de mi sonrisa.
La llama que se esconde en esos astutos ojos.
Te asfixias de verme.
Derrapa tu seguridad.
Los miedos se alían conmigo en una danza masoquista.
Los pajarillos suenan a cuervos.
El agua ya no corre.
Como recién expulsados del paraíso, los cuerpos desnudos dan asco. Son extremos en su flaqueza o en su obesidad. Y se frotan hasta que huele a pelo quemado.
Mis tatuajes son cicatrices estilizadas. Dolor a la talla.
El peligro es la mejor droga para agudizar los sentidos.
Tu cuello te dice que todo esta mal, pero para haber llegado aquí tuviste que haber pasado ya muchas desviaciones y vueltas en U. Por lo que tu presencia no es casualidad, es elegida.
Y tus fantasmas me alaban. Me seducen. Con sus uñas me descarnan.
Ya no eres un niño para creer las tonterías de otros. Ya te has dado cuenta que la malicia más oscura, la que raspa, es la que almacena en tu garganta e hincha tu quijada.
Ya sabes que tu perversión es culpa tuya y que ahora me tienes que tragar todito.
Y yo que te voy a partir entero me quemo desde adentro al saber que el fuego que nos hizo ahora te reclama.

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