miércoles, 8 de febrero de 2012

Amortiguador de ausencias

Devorar tu pena y envenarme de ella.
Tu gloria y mi derrota, hermanadas por siempre.
Seguirte a tus sombras e iluminarlas con mis cicatrices.
Soy yo quien respira al fondo cuando te escondes para llorar.
Soy yo quien sonríe lágrimas para aligerar tu pena.
El tiempo que nos privó de ser nosotros.
Somos una versión paralela de nuestra proyección idílica.
Muecas en silencio que dibujan la lluvia interna.
No quiero odiar. No quiero. No quiero ser más ya.
Presionando contra el muro que detiene el rencor.
Luchando por devolverte la vida que te mereces.
No fue el destino, ni el azar. Fue el puto mal tino de un sinsabor prefabricado.
Quiero morirme exhausto. Sin nada más que ofrecer.
¿Cuándo llegará el dolor que me devore por completo?
La luz tan poderosa que malacostumbra se fue para siempre.
De ahí las ganas de explotar.
Para ser un destello que te vuelva a hacer sentir viva.
Que cambie a los abandonados por siempre.
Existir con lo que te toca es apenas perdurar en lo que el cuerpo se pudre.
Dicen que no se vale; pero para ser cierto eso tendría que haber reglas.
No hay leyes, ni autoridades, ni buzón de quejas.
Somos tu y yo solos en un bosque al que siglos de existencia le han enseñado a no comprometerse. A ser lo que es. Niebla de noche y viento de día.
Prométeme. Otórgame una razón de seguir tratando.
Porque no sé hasta cuando tejeré una lírica que nos distraiga de mi veneno.
Una lucha interna, como la de todos, pero que se deposita en tu realización.
Mi camino borra su propia estela para poder perderme en paz. Sabiendo que escogí el error, no porque no sabía diferente, sino para garantizar que el traspié soy yo y nadie más.
El de las alas rotas. El fulminado. Pesadilla de ensueño.
Lo que pase después será un nuevo planteamiento.
Y de mi cripta saldrá una flor que apunte alto para poder verte sonreír.

No hay comentarios: