sábado, 31 de agosto de 2013

Disiderius


Éramos niños cachondos, predrogadictos y envenenados con tanto amor, como para ir al baño juntos.
A falta de cicatrices buscábamos tatuajes. Queríamos calacas en nosotros, y que de nosotros no hubiera tregua jamás con el olvido.
Le enseñé a fumar. En la última calada le exigí que bailara conmigo.
Me arrincono con sus caderas en la pista y sin prisa me recordó al oído.
No seas como ellos que cobran favores.
Porque al final, la noche te trae lo que te mereces. No lo que has pedido.
Éramos niños queriendo bailar por siempre, con un amor tan inédito, como para hacernos daño juntos.

No hay comentarios: