lunes, 7 de octubre de 2013

e.s. G.r.i.


Grité. Grité. ¡Grité! Tal vez no me oyeron pero les grité. Les grité. ¡LES GRITÉ!
A su puta cara, a la cara, a todos ellos les grité para que supieran quien soy.
Tal vez no oyeron pero vi en su cara, su puta cara, que me vieron cuando les grité.
Les grité. L.e.s. G.r.i.t.é. Cómo nunca escuchan fui yo y les grité.
Ayer les grité.
Si hubo un momento. Un momento donde antes nos antendíamos. Un momento compartido.
Había momentos para uno y para todos, momentos de verdad. Ayer fue uno. Cuando les grité.
Lo violento. Lo sagrado. Lo rajado. Lo sonoro. Lo invisible. Lo nuevo es lo bizarro.
Lo oscuro. Lo pasado. Lo fortuito. Lo averiado. Lo caído y lo que les grité.
Fue ayer y nunca antes. Del pasado nadie ha llegado a callar una boca que exija la atención que demanda el presente.
Por eso quien habla aunque no quiera escucha, porque es parte de un momento fragmentado donde todos quieren ser el encargado hasta que el grito irrumpe en el cuchicheo que se cuchicucha y ahí el orden lo pone el instinto.
El orden ya no se construye. Se grita.
La vida ya no se duerme. Se ladra. Los días ya no bastan. Cada vez somos más y más son los que queremos ser apreciados.
Unos por callados, otros por ruidosos, unas por delicadas con los poderosos;
Unos por inocentes, otros por depravados, unos por principiantes desafiando a los más aventajados.
La garganta le pide a los pulmones y la boca abre paso al coraje. El grito que les puse...
Lo vivieron. Lo olieron. Lo miraron y callaron.
Pero nunca escucharon porque el grito no iba hueco iba abarrotado y entre estática y cochambre nadie supo qué grité.
Se enteraron.
Del aullido.
Se enteraron.
Yo no sé que dije. Los más valientes suspiraron. A mí no me digan que alguien se enteró porque un día que ya no cabe viene y me cuenta qué he gritado y sin miedo a volver ser el mismo, ése día ¿que dónde lo metes?, en aquel momento dividido me oirá a grito pelado, él y todos los que lo acompañen.

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