domingo, 9 de mayo de 2010

Acaparadores de Dolor



Cuando los dos buenos hayan partido,
¿como sabré a donde ir si ya no sé de donde vengo?


¿Porque me duele tanto quererte?
¿Porque los dos nos lastimamos exigiendonnos respuestas de un recuerdo que ninguno es?
A la misma distancia de la ausencia, del hueco, los dos estamos.
Sólo que tu estas parado del otro lado del vacío, y lo que tú ves yo jamás voy a poder apreciar, mucho menos a poder ser. Y lo mismo ocurre desde mi lado.

¿Porque me caigo siempre hacia tí?
¿Porque mientras más débil te haces más puedes conmigo?
Porque eres fortaleza innata y porque ya no quieres estar al mando es que debes permanecer en el. Pero los años pasan y nada cambia porque tuvimos que aguantar el trecho natural que ahora nadie recorre. Y yo quiero quitarte el peso de encima. Porque ya fue mucho tiempo. Porque nadie debería de ser prisionero de su sangre. Porque ni tu ni yo pudimos cambiar un premio que no queríamos. Porque es una desgracia ver como tu bondad se va pudriendo por culpa de la añoranza.

Pero ¿porque el regalarte la justicia que reclamas tiene que ir de la mano con desgarrarme yo sólo?
¿Porque tengo que cumplir esta tradición que los tres portamos de vivir fuera de nosotros mismos y rescatar a todos, uno por uno?
Porque hasta hoy no conozco nada mejor. Nunca he visto nadie como nosotros que recibe los azotes del mar con tanta firmeza para que los demás anden libremente.
Es curioso, renunciamos a nuestra vida para enderezar y levantar a aquellos que vemos renunciar a la suya. Por eso nunca nos entendimos, porque yo te odio por tu infelicidad y tú me aborreces por la mía. Sabemos que los dos pudimos y debimos ser felices pero dejamos de serlo para que el otro lo fuera.

Y hoy, que las pesadillas te recuerdan que eres infeliz por elección, y que yo veo nuestras intenciones significan nada con tu salvación en juego, me doy cuenta que los verdaderos caídos, somos nosotros.

Y si no es a tí, ¿a quien le pregunto?
Y si no eres tú, ¿quien me jode?
Y si no es contigo...
Ya no es con nadie.

Ya solo quedamos tu y yo. Y si quiero que valgan la pena todos estos años que te mantuviste amarrado al timón, debería de dejarte ir y salvarme en tu nombre. En todo lo que te mereces. Pero traicionar lo que los tres llevamos desde el nacimiento me parece imposible. No sería digno de la sangre de él, de tu sangre.
¿Hacer que valgan la pena las dos pérdidas más azotadoras que han habido y yo darles una razón de ser, a expensas de ser indigno de mi materia? o
¿Caer hincado, con corazón regalado y cuencas huecas, como los desgraciados que somos y fuimos, sabiendo que muertos en vida viviremos por fuera más años de los que nos tocan?

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