jueves, 15 de julio de 2010

Momentos de Baúl


Después de la guerra tuve que salir del país. Después de la guerra. Y mucho tiempo después, cuando finalmente tenía mi hogar en otro lado y ya volver no significaba nada, o a lo mucho un estorbo; lo hice. No quiero sonar como un ingrato, claro que quería ver a las personas que tanto había extrañado desde afuera. Las personas que me hicieron quien yo era. Aunque yo fuera un desterrado.
Avisé que iría una semana antes. Le pedí a mi esposa que no fuera. Sería demasiado raro para todos creo. Entonces fui solo.
En el tren no pensé mucho. Estas cosas casi no se piensan. Porque cuando las piensas, empiezan a parecer tontas. O peor aún, empiezas a llorar sin saber realmente porqué. Así que veía los árboles pasar en mi ventana y trataba de encontrarles un lado estético, que es algo muy tonto porque definitivamente eso ya lo tenían.
Al final los cuatro días que pasé fueron muy placenteros. Pocos fueron los pretensiosos. La mayoría digerimos el momento actual como el único existente y por lo mismo lo saboreamos. Comida en el jardín. Vino. Anécdotas del salón de clases. Turnos para hacer migajas con los bolillos que sobraron. Todas las escenas que uno vive en carne propia pero inmediatamente se plasman en la memoria de uno con tonos deslavados. Hay veces que la mente es más nostálgica que uno mismo.
Y de salida quedamos de vernos pronto; que es algo tan protocolario como entregar la cuenta en un bar con una sonrisa. Y quedamos de escribirnos. Ahora sí. Risas.
Ya estaban todos dejando la casa, yo al día siguiente partía en la madrugada. Mi hermana me dio un fuerte abrazo y me tomó del brazo para decirme: "Quiero saber más de tí ¿entendido? Nada de hacerte el desaparecido que ya sabes que me enojo."
Sútilmente dí un paso para atrás. No sé que tanto se veía la tristeza en mi rostro pero supongo que lo suficiente para que frunciera el ceño aún más y me viera contrariada.
Dije: "¿Sabes una cosa? En todo este tiempo, a la única persona a la que le escribí fue a tí."
El cómo lo dije fue lo que la desencajó aún más. Tenía la sensación de que estaba siendo regañada pero al mismo tiempo no podía evitar sentirse por encima del resto ante tal distinción.
"Y no creo que eso sea algo positivo." Le dije para quitar cualquier duda. Su cara se congeló por un segundo. La luz del pórtico la pintaba de amarillo entre la oscuridad azulada. Yo también permanecí estático.
Ya son muchos años...

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