domingo, 4 de marzo de 2012

Oruga

Era la típica sonrisa estúpida que incomoda a todo aquel que la presencia. Hace dos meses que mi vida se trataba de eso. El reto era sobrevivir las próximas cinco semanas y librar la tristeza.
Salimos por una cerveza. Me cuenta del día que apostó su coche. Por supuesto que lo perdió. Trato de distraerme de su conversación imaginando que si es que existe el destino, entonces es un árbitro torcido que disfruta consagrar a ciertas personas mientras aplasta la autoestima de otros.
Existe un nombre en física para determinar qué tanto afecta a los resultados de un experimento la presencia del observante. Claro que no lo recuerdo.
¿Qué ve éste ganso cuando se mira en el espejo? Si no sabe lo irritante que es, no sé cómo se explica su miseria. Si lo sabe y pretende ocultarlo, entonces es un pendejo patológico que no es capaz de auto-superarse. Si lo sabe y decide ser ecuánime ante el hecho y compartirlo con todos nosotros... no sé. Supongo que debería de admirarlo por el valor ¿cierto? Pero la cosa nunca es tan fácil.
Parpadeo de vuelta a su conversación.
Algo sobre la vez que un comediante lo paso al frente para humillarlo...
Sonrisita.

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