jueves, 12 de abril de 2012

Putr

Destinó su vida al fango y sobrevivió para la merienda en la opulencia.
Hoy se arrastra en silencio cuando los demás dormitan.
Manotazos de madera para sentenciar las carcajadas;
Sonrisas de oro con cejas en imperativo;
Amargor en cápsulas, sucedáneo para los días de sol;
Este es el verano ideal, entre los amigos y traidores preferidos.

Todos degustan el banquete educadamente, pretendiendo que el calor nuclear los esquiva por respeto.
Pequeños tosidos que quedan como anzuelos inconclusos de un pánico en demora.
Las fétidas hebras que se hilvanan en la blanquecina cortina, como sutiles aguijones.
Un coro de furcias ancianas que desentona lo suficiente como para atinarle a cada rato.
La facha por encima de la emoción;
La mirada que no niega mentir, pero es reacia a cualquier conato de confesión;
El paisaje de porcelana, tan muerto que su hostilidad zumba.

Ya sólo quedan arrugas y moretes.
El hipo que sacude los pelos es el último síntoma, el tapiz ocre de la manción vibra con la emoción de un fantasma.
Las pelusas aterrizan en el féretro, dispuestas a descansar.
Uñas y tenedores terminan por magullar los secos ruidos que aún se pasean en el salón.
La estática ondea con pesadumbre.
Los párpados se despiden de la gravedad y levitan.
El primer zarpazo del chelo villano vulneriza.
Se respira la fastuosa amenaza del sinsabor bien logrado.

Una fortuna bien gastada en suaves notas de pálida demencia con bemoles que melodizan la condena.
Hay gente que necesita que le canten lo maldita que está.

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