lunes, 2 de julio de 2012

¿El -pen-último Caudillo?

Las espuelas retumban. Tiran de la cama a cualquiera. Aún así, al salir en bata o camisón a la calle con pelos de preocupación, nadie alcanza a ver al vaquero gigante. "¿Cómo será posible?" Si el sonajeo de las botas agrede al tímpano. Nadie lo ve. Sólo se siente su sombra. El sol sigue donde siempre ha estado por milenios; pero el frío que se siente hace creer que permanecerá una larga temporada detrás del sombrero.
Existe el sol.
Existe el vaquero.
Pero ninguno es visto.
Las caras de confusión se ven a través de la calle. Es la primera vez en mucho tiempo que los vecinos son vecinos. Se ven a los ojos. Se preguntan con las cejas. Enmudecen con todo y alma.
"Nosotros sí nos vemos." Piensan.
Entre los rotundos pasos del recién arribado caudillo, se escuchan los tragos de ácida saliva, pues el malestar arranca siempre desde la tripa.
"Aunque quizás seamos justo nosotros los que no existimos." Dudan.

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