jueves, 26 de diciembre de 2013

Hielo Caliente


La galaxia es demasiado grande como para que cualquier acontecimiento en la vida parezca ordinario. Para que cada bota encuentre el pie correcto y que el nudo de las agujetas resulte funcional y resistente por toda una jornada tuvieron que acontecer trillones de coincidencias galácticas. Seamos gratos con nuestra fortuna señores.
Yo no lo era. Fue la muerte de un hijo al que he extrañado por el décuplo de días de lo que logré conocerlo lo que me puso a orbitar en mi dirección actual. Antes fui astrónomo por veintisiete años. Ahora -tras esa gélida mañana de enero- me dedico a empujar al Asombro en la rutina de los otros. Los medios son infinitos. Sin embargo una ruta conocida tanto por sus autores como por sus consumidores es el arte. Yo no soy un artista. No sé lo que soy, apenas sé lo que hago.
A David lo ví por primera vez en la hora pico de la estación más concurrida de la línea rosa. No recuerdo a donde me dirigía, tan sólo que leía un ensayo sobre Gliese 436, una estrella enana roja a treinta y tres años luz de nosotros que entre otros es orbitado por Gliese 436b, una gigantesca bola de hielo ardiente. En ése entonces, el bullicio me pasaba de largo. Discurría sobre la contradictoria esencia de dicho exoplaneta hasta que noté su rostro. Las ojeras y los caídos pómulos no lograban conciliar la rebelde chispa atrapada en sus ojos.
Ya dentro del vagón colgó las manos del travesaño metálico y suspendió su cabeza entre ambos antebrazos. Su cara se mecía con fluidez al ritmo del vagón que surcaba nuestro camino por la oscuridad. Sútilmente me fui acercando, con la misma cautela de quien quiere fotografiar a una mariposa. Anclé mi ser al suyo con una distancia prudente. Lo seguí por horas sin objetivo alguno. Para los que sufrimos de formación científica, el actuar aleatoriamente es un descuidado despilfarre o el caprichoso nirvana que ni siquiera una vez obtenido, se espera a la merienda. Aquella majestuosa ocasión fue el segundo caso. Derivé a la merced de David y con el paso del tiempo, entre más me diluía yo en su rumbo más nítida me parecía mi existencia.
Fuimos a devolver un par de tomos de una revista gastronómica a la biblioteca central. Luego hicimos una larga caminata hasta su departamento. Lo vi timbrar en el #8. Salió una sirvienta a entregarle un maletín; mismo que llevó a la fonda 'Clarita'. Pedí una mesa lejos de la entrada y disfruté una tarde entera al servicio de David, el complaciente gerente de 'Clarita'.
En el camino de vuelta a casa caí en cuenta de lo afortunado que había sido. Pude haber perseguido a cientos de individuos, sin embargo David era especial. Era evidente que sus sueños resonaban de forma enérgica en su interior. Su ocupación lo había llevado a profundizar en aquellas revistas con la ilusión de algún día abrir él su propio restaurante. El largo camino a su morada me decía que David no se había dejado conquistar por la prisa citadina; disfrutaba de pasearse con el tiempo y paladear los brotes de vida en cada acera.

Me dediqué entonces a rodear su mundo. Orbité su existencia por meses y nutrí la mía con sus más infímas acciones. Aprendí sus motivos. Sentí que ni él, ni yo podíamos ser los únicos en conocerlos. Sus dudas y sus consecuentes aserciones eran catalizadores de mis intrigas y lecciones. Enfrascado en el tímido torbellino que era David ansié en compartirlo. Sin embargo debía lograrlo sin contaminarlo a él. Uno no rasga al Guernica para tratar de instruirse en su sentimiento.
Con la ayuda de mi hermana Ana y sus cámaras registré todas y cada una de sus acciones por un día y una noche. Para aquel entonces ya había decifrado la manera de escabullirme a la azotea vecina de donde podía ver la cocina, el pasillo y la mayor parte de su habitación. Basado en el material conseguimos a un actor de un gran parecido y tras una mentira piadosa a Clarita recreamos el día completo de principio a fin.
En ocasiones llegamos a repetir las tomas hasta más de veinte veces, mi obsesión por serle fiel a la fugacidad de sus actos resultó ser un dolor de cabeza para todos. Sin embargo hé de subrayar que los humanos no somos nuestras ideas, ellas sólo acompañan quienes somos. Nos amarramos a éstas con la esperanza de que nos arrastren a un nuevo sitio. La soledad de nuestra individual naturaleza termina por volver siempre. En cambio, es la forma de sostener los cigarros o de cruzar los brazos lo que nos determina. Así identificamos rasgos en otra persona, así los entendemos. La totalidad de su laberinto mental ha de permanecer oculta a nuestros ojos.
... como cerraba los ojos por un instante de más antes de decidir abandonar el vagón del metro ...
... el fascinante frote de manos mientras caminaba entre las mesas, señal de satisfacción y de constante alerta ...
... la fila del periódico, del transporte, del café y su paciencia infinita que jamás considera reclamar un trato especial ...
... el silencio al que se somete desprevenido decenas de veces durante su jornada ...
Mi exquisitez al final obtuvo el universo que estaba tratando de crear. Después de tener el corte de veinticuatro horas decidimos hacer uno de tres horas y media y Ana consiguió que lo proyectaran en el Foro Shakespeare. La primera función tuvo un éxito moderado.
... la honestidad en los pequeños pases de baile sugeridos desde un cuarto de lavado ...
... cuesta trabajo creer que la gracia con la que rige su lugar de trabajo se esfume tan rápido al abandonar las mesas, dejando a un torpe cuarentón a la merced de un mundo que no perdona demoras ...
... al menos no se encomienda a un boleto de lotería que lo salve de su propia suerte ...
... a pesar de ser un ente ficticio, el personaje se siente más real que uno mismo ...
Las variadas respuestas fueron suficiente para que nos pidieran una segunda quince días después. Nunca había realizado algo así; no en el nombre del Asombro. Me pareció una excelente manera de llegar más lejos más rápido. Acepté al tiempo que decidí invitar a David.
Entré alterado y confundido a 'Clarita' sabiendo que él no permitiría tal cosa por mucho tiempo y predeciblemente llegó velozmente a mi rescate. Conociendo sus pasiones y sus miedos no resultó muy difícil convencerlo. Tan sólo le compartí que era un documental que habíamos producido mi hermana y yo, y que trataba de un gerente al igual que él.
El día que pasé a recogerlo no se veía muy entusiasmado, aunque sabía yo que tenía la tarde libre y que su fobia a las mentiras lo dejaba a la merced de nuestro compromiso.
Traté de evitar rastrear sus reacciones durante la función. Más bien me avoqué a plantear las posibles explicaciones que le daría si se molestaba al verse espiado. Se terminó la función y se prendieron las luces. No habló hasta que salimos de la sala. Todavía afuera tuvimos que separarnos del resto de los espectadores que salían a cazar taxis o a caminar de vuelta a casa.
Me preguntó si iba yo también hacia la estación. Le dije que sí. Acto seguido apretó los labios y me dijo que le había gustado mucho la película. Su mirada y su comentario se hallaban a kilómetros de distancia. Le pedí que fuera honesto. 'Mire Adolfo, no lo conozco lo suficiente para conocer los retos que existen en hacer algo así. Tal vez el mérito viene en la factura y no en el resultado. Por mi parte le puedo decir que... no sé, no es aburrida la película no me malentienda. Tan sólo me parece, eh, un tanto impersonal. Puede ser que yo esté equivocado, seguro lo estoy. Como le digo, tal vez conociendo más sobre sus intereses podría darle una nueva lectura. Me gustaría ver más cosas hechas por usted, me parece que tiene un gran potencial.' Me quedé medio paso atrás. Lo inspeccioné a quemarropa. Decía la verdad. No tenía sospecha alguna de que podría ser él ése personaje en la pantalla. Lo volví a alcanzar y le agradecí su crítica. Le confesé que era nuevo en esto pero que si en el futuro lograba algo digno lo llevaría a 'Clarita' para que me diera su opinión.
Bajamos al andén y nos despedimos cordialmente. Me agradeció la invitación y se disculpó por no haber sido tan entusiasta del material. Yo apenas lo escuché, más bien estudiaba su entrada al metro. Confirme su movimiento de manos, su respirar cansado; no había sido una falta de precisión del documental. Se agarró del travesaño con ambas manos y conforme arrancaba el vagón despegó una mano para decir adiós.
Alcé la mía y lo dejé partir. ¿Qué es un día normal? ¿Qué significa una acción que no acarrea recuerdos? ¿Para qué extrañar tanto si en verdad nos acordamos de tan poco? Un espejo que no logra generarle una reacción a su retrato no es un espejo. No sé que soy yo, tan sólo lo que hago, y las acciones hoy pesan más que las razones, al menos para mí y para David.
Supe que nunca volvería a verlo. Dudé si es que alguna vez lo ví en verdad. Recorrí con urgencia la despoblada estación para asegurarme que no era yo el estudiado. Mientras corría en busca de las cámaras recordé el momento cuando lo distinguí entre la multitud. Venía yo cabilando sobre un planeta de hielo incandescente. Su fuerza de gravedad mantiene al agua en estado sólido a pesar de que la cercanía a la estrella enana hace que la superficie arda eternamente. David no encontró su reflejo porque era el mi espejo señores. Yo, un fiel promotor del Asombro, me quedé en silencio.

No hay comentarios: