jueves, 13 de febrero de 2014

Gatoliebre


Un claxón a kilómetros de distancia te avisa que el mundo aún no se acaba. No hay luz donde estás. La oscuridad no te asfixia, al contrario, te deja sentir tu soledad. Justo ahora piensas en lo que no hiciste; a los que no llamaste; a ella que nunca le pediste perdón. Una textura de látex te roza. Antes de que entiendas qué es ya se ha ido. Todo ese dinero, todos esos planes, ya no tienen sentido. Quisieras que ése diablo flaco y astado se parara frente a tí. Sería más lógico. El no está aquí. Si existe te ignora y si no existe tú menos. En ciertas partes hay sangre. No sabes distinguir en cuales. No sabes si te caíste del cielo, si te aventaron o si estás aflorando de la tierra húmeda y negra. Los gusanos te acompañan. Te dejan ser. Te esperan. No muchos amigos te ofrecieron eso. No muchos amigos, dejémoslo ahí. Las dudas eran antes. La pericia que te correspondía, que negaste por años, entra lentamente a tí. No miente. Te vas a morir. La misma mano fría que empieza a robarte el aire es la misma que con una leve caricia en la frente te sosiega. Pelear es para los apresurados, los poco fijados, los atascados. Viven poco y se mueren rápido. Ya fuiste así. Ahora déjate morir con calma. Desanuda tu apego, tu rencor, tus manías. Permítete lo insustancial. Quizás por eso no te funcionó este cuerpo. Quizás el vapor sea tu mejor forma de ser.

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