
Tenía un tick encantador que no le permitía dejar en paz la corbata. Los cuadritos dorados serpenteaban sobre un lienzo rosa de seda, seguramente importada. Me dijo que era abogado y en ningún momento trató de disimular su lado embustero.
Bebía whiskey en las rocas; más que el necesario.
Sin embargo, me confesó estar enamorado de mí y percibí una destilada sinceridad que nunca le supe de antes.
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