sábado, 18 de octubre de 2014

mtds


Justo donde emerge el viento, cerca del nulo movimiento, cayó la noche. Ahí no hay razón para la memoria. Los recuerdos no existen y tu mente flota. Entonces te haces invisible para la música. Las canciones que te hinchaban las venas con ese orgullo de haber absorbido tanta vida ya no te alcanzan. No es soledad porque no hay sol ni promesas. Es un pulso líquido que te reafirma que lamentablemente no estás dormido. Ni lo podrás estar. La noche velada que ha llegado sin garantías de terminar no te sofoca, tan solo ciñe. Todo lo que no fuiste ahora pesa lo mismo que tu esencia. El relieve de tus malas pasadas, tus carencias en forma de peñasco, el oleaje en tu mirada; todo ha sido nivelado, aplanado. El dolor es dimensional y sin acceso a él te gustaría exigirlo como una llave a días viejos, donde intuías quien eras. De haber una vía hacia la reminisencia sabrías que antes, el viento te amaba, te visitaba. Sin embargo aquí ya es de muy noche y no hay motivos para que así no sea.

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