miércoles, 8 de julio de 2015

la fachada interior


Todo suena igual. Son quejas de los silenciados escritas en las paredes de concreto. Todo vuelve a dar la vuelta. Cuando las cosas dejan de ser recuerdos se convierten en estrenos. Las historias son las mismas porque las personas son las mismas porque tu madre es hija de tu abuela y ella de su bisabuela, todas te parieron a tí, que eres nadie. Son fantasmas las esquineras. Son fantasmas las estaciones de radio. Son fantasmas los descubrimientos y sus alaridos: a la moda, de pánico, de denuncia. Todo es nada en este pueblo. Todos buscan un lago más pequeño para sentirse más grande. Yo de chico fui a disneylandia, y tú no. Yo en mi escuela tuve el mando hasta ser corrido, y luego ya no. Yo un rato me perdí entre callejones y lo que hice ahí, tú no. Son todos los mismos suspiros, pujidos, lamentos y silencios. Tu vecino se fue preso. Tu papá te dejó desde bien chico. El buen clima no regresa este año. El internet no va a tu paso y pareciera que toda tu vida has de arrastrar los minutos que le sobran a un libro viejo. Querías cantar. Querías escribir. Te obligaron a trabajar. Huíste para ser fotógrafo, para conocer el Ganges, para drogarte -ahora sí- en serio. Luego en un café, se te acabaron las ideas y te alcanzó el delantal. Se te impregnaron las canas y te dominó el cansancio. Y cuando ya eras un viejo esclavo aprendiste que todo sigue igual: que la libertad es para los que financían la aspiración, que el tabique y la madera no pasan de moda y que el rechazado neón pronto volverá a ser la obligación de las veleidosas que, aún vetusto, te tocan los huevos. Es tarde es tarde es tarde es tarde es tarde es tarde es tarde es sangre es tu tarde es de díos de un díos el díos. Ya nada cambia, sólo el miedo que el sol va sintiendo conforme se hace tarde. Ya no quiere arriesgarse con tanto reos y fantasmas sueltos. Las sombras van callando a las páginas, a la ropa, a las paredes, a los carteles y sólo queda muy al fondo de una oscura cantina una televisión con el reporte del día. Da la hora: es tarde. Habla de muertos, la sangre. Explica las causas políticas de conflictos repetidos a través de siglos y la nota es un estreno de un recuerdo olvidado, hechos añicos los gritos de un pueblo a-sesinado por un díos maldito con poca imaginación y sin generosidad de coraje para un sol pusilánime que deja a los desamparados y a los aburridos a buscar calor en las profundidades de una roca flotante.
Por eso bostezamos. Por eso nos robamos. Por eso desconfiamos del nuevo día, que aún con su inocente rocío no deslava lo que nos hemos ido muriendo noche tras noche.

No hay comentarios: