lunes, 30 de noviembre de 2015

Lamparea


El brillo del río a las cinco y media de la tarde, se apaña de mis recuerdos a tu lado. Mis ojos necios te buscan, pero el velo dorado nos torna ciegos e íntimos.
Alguna vez, de niños, bailamos para no ceder al abrazo. Luego, más grandes, dormimos de día para no tener que vestirnos.
Ahora, deslumbrado, me aferro al resplandor de pretexto; para que mi sonrisa no sea tonta por ser auténtica. Los pómulos sumen mis ojos y sin verte, me aprendo una tarde a solas, y contigo.

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