
Detrás de cada planeta hay una mano arrancada y escondida que a tientas busca el pedazo de dios del cual fue extraviada. Luego, en ciertos días hechos con retazos del pasado, muy de noche, se alcanzan a ver las garras rozarse. Son relámpagos errantes que, sin suelo al qué castigar, viajan con prisa a la nada.
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