miércoles, 31 de mayo de 2017

la sexta vocal


Con la precisión de una cobra y la generosidad de las olas, mecanografía sus ideas. Tiene el plan maestro; el código secreto. No es mudo, pero tampoco habla, para qué. Su mirada, aguardiente milenario, se mece cual melena de león sobre el inagotable horizonte. Reconoce en sí esa irregularidad cardíaca, ese tartamudeo del corazón que lo adorna. Pasa saliva, cóctel de sensatez e instinto.
El que lo ve siente ese ínfimo electrochoque que delata el paso de la alerta al miedo. Hay quien le mira de lejos, a sus espaldas; y aún espiando su nuca no puede evitar sentirse observado.
A veces pareciera que es lo más cercano a una bestia y que sabe todo por no saber nada; pero en simultáneo es un brujo versado en más lenguas de las que sobreviven, un erudito sin prisa.
Lo admiro al pasar rumbo al campo y de regreso de la taberna. Algún día la tormenta habrá de verme a los ojos y debo estar listo.

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