martes, 18 de noviembre de 2008

La orilla de tu boca es la que delata




Leyendo el periódico por la mañana, con un melódico Oberst al fondo, vi una noticia sumamente curiosa. Un sujeto del pueblo vecino, cruzando el río ya en la provincia de Dansk, que por cosas del destino era un asesino de dos niñas pedía ser feliz.
Recapitulemos: el hombre había asesinado a dos niñas, de trece y once años, por motivos que yo desconozco. Fue sentenciado a treinta y seis años de prisión y por "esas cosas" que giran alrededor de las leyes y en estos tiempos de guerra, cuatro años después de la sentencia ya era libre otra vez. El hombre volvió a su pueblo y hasta hoy en día trabaja como albañil en la nueva carretera. Gente pasa y desprecia, agrede, insulta o escupe al hombre. No conozco a nadie que lo haya hecho, ni siento una conexión con esta gente, pero mi marco de referencia me permite entender el motivo de la agresión.
Este hombre ahora declara que no busca molestar a nadie, no quiere venir a ocupar un puesto público; lo único que quiere es que lo dejen ser feliz. En toda religión o creencia que yo conozca se establece que el hombre, por el hecho de ser, tiene derecho a una felicidad. Yo mismo creo que todos los hombres tienen derecho a terminar una jornada satisfechos y felices frente a su vida.
Donde difiero con este hombre, contigo y con los otros que piensan que la felicidad es para todos y punto es que creo que la felicidad sí es para todos... para todos los que se la ganan y la trabajan. A mi me sorprende que alguien, se levante un día buscando felicidad propia, cuando no ha hecho actividad alguna para obtenerla. No nada más eso, ha hecho cosas que van en contra de la felicidad de otros y por lo tanto en contra de la suya misma. No compro sus lágrimas y no siento la más mínima empatía por alguien que esta buscando no molestar a los demás para que pueda seguir con su vida, cuando tiempo atrás termino con la vida de otras dos personas.
Y me molesta la desfachatez de este hombre, que a pesar de vivir no tan lejos jamás en mi vida había oído nombrar, no por sus errores o por su rídicula y falsa inocencia; sino porque tú haces lo mismo.
El caso de este sujeto es algo extremo, pero retrata de manera muy clara mi reproche ante tí. No importa cuantas veces me lo digas, no importa si lo gritas a todo mundo o si te lo tatúas en la frente: no creo en tu felicidad porque es tan vana como artificial.
Después de tantos errores, perjudicando a propios y ajenos; errores que ni siquiera has entendido que hiciste, tratas de convencerte por medio de persuación a los demás. Que los otros digan, que tu ropa lo aparente, que tus actos sean sintomáticos de felicidad no tiene absolutamente nada que ver con la felicidad. No la cagues y luego me digas que hay que sonreír. Para sonreír primero hay que crear un motivo (sencillo o elaborado pero sencillo).
Basta de falsas nubes de alegría, todos sabemos que se te van a esfumar. Como dije, creo que todos los hombres tienen derecho a terminar una jornada satisfechos y felices frente a su vida, espero que si no hoy algún día entiendas el contexto de la frase para que no tengas que exigir lo que no te mereces. Para que no tengas que exigir lo que ya deberías de tener...

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