Los más aburridos son pocas.
Los complejos, los viajados, los artistas y los mentirosos son muchas.
Pero todos somos tantas personas y somos uno al mismo tiempo que es inevitable sentir la falta de espacio y de congruencia.
Arrastrar el verdadero peso, ese que jode los hombros y no las rodillas, es lo que nos recuerda de todas esas veces que fuiste tú y ya no eres.
Los que tienen un alter líder la llevan más fácil, el silencio interno que emana de la dictadura otorga paz a los oprimidos que han aprendido a no quejarse.
Los que no tenemos una voz que timonee, si llegamos a sentir el silencio es a causa del odio que cada individuo le tiene al resto de sus residentes. Caos confinado que usa las cicatrices como calendario.
El daño te lo haces tú a tí mismo.
Y rematas tus penas jurando que eres víctima de tí mismo y que el hijo de puta que te agredió no co-habita en tus entrañas.
No hay solución porque nunca hubo problema.
Lo que hay es un rompecabezas y ése se arma sólo,
pero para montarlo, uno no puede haber perdido las piezas.
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