martes, 26 de enero de 2016
no fibra
No tenía tiempo para explicar sus fallas, ni sus medallas, ni sus prisas.
Lo que sí encontró, o inventó sin necesidad de materia prima, fue el tiempo necesario para pasmarse en estatua.
A veces solo, otras acompañado, casi siempre, su efigie era su voz.
Actuaba en nombre de sí mismo. Embajábase las noches y días de flashes y tragos.
De un calendario desmenuzado en parpadeos eléctricos, ahora se descargan anécdotas de la pose de quien quiere ser o estar -mucho más eterno que actuar, ni se diga de respirar-.
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