lunes, 2 de mayo de 2011
Los hijos de Bin Laden
Con anchas playeras de algodón, jeans y tennis adidas; bailaban todos una danza ignorante. Una danza que no conoce miseria, no conoce pérdida ni sacrificio. Una danza ridícula que basa su cadencia en el miedo y el odio.
A Omar le bastó salir a Time Square el día de la muerte de su padre para darse cuenta que en el vasto terreno americano y en todas sus colonias aún no había nacido un yanqui que tuviera los güevos del tamaño de su padre.
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