miércoles, 9 de julio de 2014

Ourobórica Recta


Negro, todo es negro. De repente aparece una estría roja, tu piensas que brilla. Tal vez sea el caso, aunque dudas porque podrías estar imaginándolo. Miras alrededor, todo negro . La raya roja permanece inmóvil. No hay costuras entre ella y la oscura totalidad. De alguna manera sabes que no hay sombras a pesar de la luz. Hay nitidez. Todo es.
Dudas. Tu razón oscila y abre un hueco infinito. Quizás la recta que parte en dos el absoluto llegó antes que tú y simplemente no la habías notado. Dudas porque sabes que eres tú, siempre lo has sido. Has fallado antes y podrías fallar siempre. Sin embargo errar en cada una de las posibilidades es prodigioso. Aquí no hay vacío suficiente para fantasear con divinidades. Lo que hay, es; y viceversa. Ahí estás, sin importar hasta cuando. Agradeces el dudar. Es la única veleta en este lugar. Es fulgor invisible, encantador y traicionero. La incertidumbre respira cada vez más con un ritmo estable.
El espejo se encorva, persigue su propia cola. Gira sobre un supuesto eje para morderse sin dientes una cola inexistente. Gira, baila, se retuerce, hipnotiza. Atrae y asusta. Repele y encanta. El negro se refleja en el negro espejo y tú estás ahí.
Dentro de tu cabeza no hay retrovisor, no hay manera de confirmar, no hay manera de saber a ciencia cierta en dónde o desde cuando si éste es tu primer segundo en el mundo, el último, si has muerto o si nunca estuviste vivo. Caes.
Caes por un largo rato a través de una fosa sin fondo donde la luz y su ausencia dan un poco lo mismo. Sin embargo, has logrado aprender algo de una brújula acelerada y un barómetro sin manecilla. Instrospectiva caída es rampa de vuelo. Caer es zarpar y frenarse es morir. Dudar es placer y envejecer el gran premio.

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