viernes, 27 de marzo de 2015

Sordo Musa


A tus espaldas, tienes un signo que no ves -invisible a tí, flagrante para el resto-.
Te pesa pero no te quejas, te intimida enunciarlo. No sabes que es eso que te frustra y te bendice, te agarra pero no se deja abrazar. Le llamaban ego; hoy la etiqueta se queda corta. Ahora los genes prueban que hay algo maldito, algo de origen: insacudible, inimitable, imborrable, insensible. Te engendraron por el poder y acabaste siendo el mísero control remoto de algo superior. Eres un botón que sabe disparar pero no sabe cuando. Buscas el ritmo en otros lados pero recién te acuerdas que dejaste escapar la oportunidad de aprender a bailar.
Anhelas que tu sombra te regale atención, que te implore por existir -nadie lo hace-. Sufres por no ser arrancado de la muerte y ofrendado a la vida. La marea no te juzga, te ignora; al tiempo que te arrastra hacia sí misma, antes la gente era especial, ahora somos los peones de las supernovas.
Aquí y sólo aquí, el smog que no deja ver las estrellas, es el que funde la desdicha con la piedad.

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