
Era un reloj de arena con un piso inferior de selva y uno por encima que tenía un desierto que se escurría desde su epicentro perpetuamente. Las nubes se fueron llenando de polvo. Se estancó el olor a muerto. Y donde un cambio de dirección en las manecillas podría haber significado la salvación, más bien ahora era un sabotaje de un dueño sin certificado ni testamento.
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