miércoles, 28 de septiembre de 2016

Valentía Alsheimer


Se te olvidó regresar de una ducha a oscuras en un motel de Ciudad Cuauhtémoc. Entraste con un hedor a genital y chisme ajeno. Te quisiste ahogar en la oscuridad pero el miedo a la indefendibilidad te obligó a regresar al seco calor nocturno de una tierra que sin saber reconocer tu nombre, te pasa lista.
Reconoces que disfrutas sentir la culpa ajena. Cargar con lo que no es tuyo te permite creerte más ligero. Por eso huyes de las caras para encontrar sus sombras. Es este cristianismo industrial que niegas y a la vez añoras.
Te repites en callejones craneales tus ideas más dolorosas. Te laceras hasta esquivar el insomnio. Revisas minuciosamente, como quien busca un pelo en un guiso, las etiquetas de todo aquello que te genera terror. Narras en un ficticio muro de lamentos tus grandes arrepentimientos hasta quedarte sin tinta, ni aliento.
Tus noches se dividen entre las que te idiotizas rodeado de personas y las que persigues la veleidosa soledad verdadera [con el fin de enorgullecerte porque a ti, el rencor nunca te alcanzó]. Sin embargo ya estás muy viejo como para obviar que todas las emociones corren en cualquier torrente sanguíneo. Somos esa totalidad. Y te sorprendes porque sabes que si no reconoces ese resentimiento hacia alguien más, es porque debe estar enfilado hacia ti mismo. Eres como un hombre lobo que no se perdona tal salvajismo.
Te escondes las medicinas. Has aprendido a quererte enfermo y tu salud siempre ha sabido traicionar tu confianza y huir de día para volver rogando de madrugada; cuando el daño ya se ha instalado.
Afuera de esta habitación pareciera que las amenazas más sencillas, menos intencionadas. Aquí, tan cerca y tan lejos de la puerta, empantanado en una droga imposible de ilegalizar y lejos de ser mercadeable, todo tiene una ambigüedad inverosímil y certera.
Eres el cableado de un error en el sistema. Por eso el vapor no te deja rastrearte en el espejo.
Y no sabes si hace tiempo no te oyes o ya no suenas.
Y sabes que hace tiempo no te oyes.
Ya no sueñas.

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