domingo, 23 de octubre de 2016

o cuarto


Mi vecino es el personaje principal de diferentes comerciales. Ha hecho croquetas, pasta de dientes, autos compactos, autos de lujo, tintes para la barba, mueblerías, comida rápida, slow food, obra pública y lleva haciendo celulares por casi treinta años.
Aquí nadie le pide su autógrafo. No sé si es la costumbre, la prudencia suburbana, que no hace cine o televisión o más bien, que nosotros somos parte de ese mundo comercial.
En su casa también graban a menudo. Tiene un jardín impecable, un garage de granito que a todas horas parece recién estrenado y ventanales que permiten ver el reino del orden -un orden tan clásico, cuadrado, ordenado; que exhala falsedad- en la sala.
Por eso mismo, nosotros, el resto de la cuadra, hemos salido -queriendo o no- en diferentes comerciales. No hay manera ni razón de quejarse o demandar cuando uno está fuera de foco. Simplemente no existe.
Yo he vivido todos mis días, a veces en compañía de otros, a veces a solas. Colectivamente y con gran ayuda de mi esposa, se puede dar fe de mi existencia. Pero no de toda, sólo yo podría afirmar el paso de cada uno de los instantes que han transcurrido en mi y ante mis ojos pero, también, cualquier podría decir que miento y hoy más que nunca, la verdad no es un adversario digno de la mentira y la acusación de la misma. La verdad se ha acostumbrado a perder y la duda, una fiera y monarca actual; hace un par de milenios era menos que el polvo.
Lo que habla son los hechos registrados. Mi vecino es un ser registrado por la venta de los productos que el anuncia. Él existe en este mundo mío que para el universo allá afuera, donde el también despunta, es tan sólo utilería, cartón y el fondo natural para un precio animado en dos o tres dé.
Mi mujer no se queja, poco le importa que seamos el tercer o cuarto plano de la publicidad efímera de un canal de paga. Hay noches que hasta esa misma actitud me vuelve sospechosista. ¿Cómo es que no le ofende el no ser el personaje principal de algo más allá que no seamos nosotros mismos? La línea entre la cómoda sabiduría y el conformismo posmoderno no es más que una hilacha peligrosamente cerca a la flama de un zippo recién cargado de gasolina.
Hay gente que nació corista. Muchos otros murieron en calidad de sub-comandantes. En cada país, en cada plano de realidad, hay incontables copilotos, garroteros y asistentes. Inclusive hay quien en su relación amorosa más relevante, no es más que el amante. Hay quienes observan la realidad todo el día e ignoran los espejos, no tanto por una admirable falta de vanidad, sino por un inconsciente permiso a sus reflejos de no ser constantes.
A mi no me presiona el ser ese ser. A mi lo que me asfixia es saberme el vecino de un portal a un mundo real e interesante. Soy un accesorio a la ficción. Soy un extra no remunerado. Vivo atrapado en la aburrida imaginación de un submundo de comodinos que, sin saberse irrelevantes, son mi única salvación.

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