miércoles, 15 de febrero de 2017

Enderézate aunque nadie te vea


Nacido en América pero de innegables facciones japonesas, un pobre tipo se abraza a un poste. Por supuesto que está envenenado en mezcal; sin embargo nadie se preocupa por el dado que no morirá, no hoy o al menos no de haber bebido. El poste lo acompaña pero a la vez lo denuncia. Dos niñas indígenas se ríen de el desde la contraesquina. Quienes se ven obligados a esquivarlo en la acera se indignan, como si de verdad no fueran saliendo de un bar pasada la media noche. La cámara se aferra a su lánguido pecho. Quien no lo conoce asumiría que es un turista, sin embargo es un antropólogo que conoce a la perfección la tierra que lo rodea. Simplemente tiene un gusto particular por las camisas estampadas con gaviotas y copas martineras. Su singularidad lo vuelve inolvidable al primer encuentro. No dudo que también eso mismo le haya sido una ventaja en su carrera. Lo que hoy me absorbe en esta reflexión de cigarro culposo -dejé de fumar hace seis años y sigo fumando-, es que eso que es chusco para el resto es la vida de Kazuo. Desde mi mostrador veo como lo tratan diferente, por tratarse de un hombre con sombra de unicornio. Muchos vuelven a él por lo mismo, para revivir esa excentricidad que se genera en el interior de quien comparte la mesa de madera de la taberna con el por una noche. Todos vuelven, pero nadie se queda -sería cansado aguantar las miradas eternamente-. Me pregunto si él percibe todo esto. Llevo ya casi una década de conocerlo y precisamente nuestra buena relación es el contrapeso por el cual no podría hacerle una pregunta así. Sería exponerme como un Otro, uno 'de ellos', 'los verdaderos turistas'.
Caigo en cuenta que quizás lo entiendo más de lo que creo. Tengo una condición que deforma mis testículos al grado que los convierte en un cuerpo amorfo, irreconocible de lo que supone ser. En el pasado, las mujeres se sintieron engañadas de no ser informadas de esto. Siempre acabé largándolas a gritos de mi casa, cuestionando si era sensato creer posible hacer aclaración tan increíble en cualquier primer encuentro.
Tal vez por eso Kazuo y yo somos amigos, porque sin que salga a la luz, nos acompañamos en nuestra obligada soledad. Quizás todas las amistades, inclusive relaciones tan íntimas como las parejas, parten de esas condiciones equivalentes que no podemos hablar con nadie más que con nosotros mismos.

No hay comentarios: