martes, 19 de febrero de 2008

Charco de 2 cm de profundidad: abarca mucho y se evapora más rápido

Volviendo a empezar. Tanto tiempo viviendo en este cuerpo y es ahora cuando empiezo a convertirme en mí mismo. Se cree que se esta en control de la situación y que se escoge la personalidad, los gustos, las cualidades; pero es un engaño, todos sabemos que no.
El infierno siempre será personal y por lo tanto todo infierno ajeno tiende a ser visto como menos en primera instancia. El dolor propio, en la vasta mayoría de las ocasiones, tiende a ser más importante que el ajeno. Sólo cuando podemos compartir el dolor de otro es que nos damos cuenta de nuestra superficialidad y todas nuestras quejas se vuelven ridículas.
Me imagino como sería si en verdad pudiera escoger quien soy. Probablemente lo primero que haría sería quitarme esa cualidad tan humana de creer que mi dolor es único e importante. Después no sé, restarme algo de ego para no tener que pensar todo el tiempo en mí, mis forma de ser y mi dolor. El resto se lo dejaría a los dados; el azar lleva tiempo marcando modas, anti-modas y paralelimodas (que vuelven a hacer creer al individuo que las escogió, que las escogió) así que igual puede definir el largo, color o forma de mi pelo.



Es penoso aceptar que mi debate interno esta lleno de huecos, de dudas, de paja. Soy tan tramposo que sé como ganarme a la gente y luego mantenerla entretenida con otras cosas para que no perfore mi mal trecho corazón esmerilado. Son las dudas las que lastiman a los otros; nuestras dudas que dejan de serlo cuando ya existen heridas en los más cercanos. Nunca escogí, aunque todos sabemos que sigue siendo mi culpa.

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