viernes, 8 de febrero de 2008

comebackdown



Me tomo vacaciones de mi mismo para poder dejar de ser quien me atrapa todos los días. Ya viendolo de lejos sí creo que no debe ser fácil jugar al malabarista mental por tantos años y no tirar la toalla. Con más distancia sé puede ser más personal. Lo único que falta ahora es tener las agallas para romper el silencio. Para marcar y no colgar en los segundos de angustia antes de que levanten el teléfono del otro lado. Es mucho más fácil lamentar la derrota que aspirar a la victoria. No tenemos tanto tiempo como para derrocharlo en meditaciones, las acciones son las que dan sentido al tiempo. De cualquier otra forma nos volvemos estáticos, parte del inmobiliario.
Me siento tan ligero respecto a mí mismo, y el entorno es lo que pesa sobre mis hombros. El dolor compartido, el dolor ajeno siempre será más artero, más desgarrador, por ser desconocido. Nuestras penas, por grandes que sean, siempre tienen tintes de melodrama ante el espejo; sabemos en algún punto que ese no es el fin. Cuando el dolor no sale de adentro y lo acogemos desde nuestra lejana perspectiva, todo es tan real, tan pesado, que el túnel de la agonía es interminable.
Yo, el autosaboteador, renuncié a la felicidad para vivir en estado de constante y mediocre desidia. La ira siempre ayuda a pasar los tragos amargos. Sumido en mis alucinaciones turbias no busqué compañía nunca. Y me salvaste. Me recogiste de la basura para llevarme al mundo que añoraba desde mi infancia. Ahora mis malabares mentales tienen un nuevo elemento de diversión, donde la responsabilidad de ser yo-feliz juega todos los días.
No es de gracias, ojalá fuera tan fácil. Ya las palabras las dejamos atrás tu y yo. A lo más, con algo tan etéreo y sublime, las miradas pretenden dar forma.

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